En las declaraciones de los empresarios que constan en la parte del sumario cuyo secreto el juez Torres levantó el pasado viernes, se argumenta ante el magistrado una y otra vez, matiz arriba, matiz abajo, que en Marbella no había quien construyera si no pasaba por la taquilla que Juan Antonio Roca había instalado en las oficinas municipales de Urbanismo. Es un argumento con el que posiblemente se pretenda estrechar el grosor de la línea que separa a un presunto autor de un delito de cohecho (soborno, para etendernos) de una víctima de un delito de coacción.
Todos los argumentos valen cuando se trata de evitar ir a la cárcel. Pero cuando un constructor esgrime un argumento de este tipo, la pregunta siguiente debería ser si además de arrepentirse de haber pagado, como ha asegurado alguno ante el juez, se arrepiente también de haberse forrado, que es lo que muchos de procesados hicieron en Marbella durante estos años.