Comenzó la semana con un despropósito ausente de elegancia. Un pleno municipal convocado para el 24 de diciembre a las nueve de la mañana para tratar las mociones propuestas por la oposición. Imaginando que los grupos minoritarios podían montar alguna protesta alusiva para mostrar su malestar por la fecha a la que había quedado relegada la discusión de sus asuntos, los concejales del PP madrugaron y recibieron a sus compañeros de corporación con polvorones. Una salida ingeniosa para una sesión para la que se debería haber buscado otro día. Hubo quien, exageradamente, afirmó que esa convocatoria le recordaba a otra nocturna en la que se aprobó el PGOU del saqueo. Exageradamente. Pero no sobra recordar que Marbella no sólo necesita gestión, sino también gestos que la separen del pasado.
Y obras. Dijo un empresario al que se le consultó sobre el futuro de la ciudad que mientras la salida del sol no dependiera de nadie, él mantendría el optimismo. El argumento es irrefutable, pero ofrece un inconveniente: al turismo de sol y playa le falta una pata. Porque que siga habiendo playas parece que sí empieza a depender de que alguien haga algo. Recordar todos los años cuando llegan los temporales que así no se puede seguir comienza a ser tan aburrido y repetitivo como necesario. Si cada vez que se escuchara a un responsable político recordar que nuestra economía se basa en el turismo alguien pusiera un granito de arena en las playas, posiblemente no tendríamos este paisaje desolador todos los inviernos. Pero resulta que hablar es gratis, y regenerar las playas en serio, de una buena vez, cuesta un dinero.
Porque sería una pena que ahora que Marbella tiene el AVE a tiro de piedra, los nuevos turistas que lleguen, o los mismos que lo hagan más habitualmente, se encontraran con un litoral lleno de piedras, escombros, o directamente con las olas rompiendo contra el paseo marítimo. Precisamente cómo aprovechar el tirón del AVE es un debate que debería darse a sí misma la ciudad y que hasta ahora ha estado incomprensiblemente ausente. Es cierto que ha habido alguna propuesta para que mejore el transporte público, pero han sido de momento iniciativas aisladas. No se olvide que la entrada y salida de Málaga es un infierno a ciertas horas, y estaría feo que se tardara tanto en llegar desde Madrid hasta la capital de la provincia como en venir desde la estación María Zambrano hasta Marbella.
Sin embargo, debería tenerse en cuenta que cualquier iniciativa que se tome será provisional, porque la apuesta de toda la Costa, y de Marbella en particular, se llama ahora corredor ferroviario. Es un proyecto imprescindible, no sólo para la ciudad sino para el eje Málaga-Marbella y puede decirse, sin exagerar, que para toda Andalucía. Ha habido ya promesas y compromisos concretos sobre los plazos para que el tren llegue hasta San Pedro, pero se sabe que hay diferencias entre Fomento y la Junta sobre cómo debe afrontarse esa obra. Y las diferencias, en proyectos de esta envergadura nunca son buenas. Que el AVE llegue hasta la ciudad en el plazo prometido, 2013, debería convertirse en una prioridad para las administraciones y en una obsesión para Marbella. Sin distinciones. Que toda la ciudad encuentre una bandera detrás de la cual encolumnarse, como supo hacer Málaga con su AVE, nunca puede ser malo. Es más, seguramente Marbella necesita de un gran proyecto que articule todas las fuerzas de la ciudad, y ninguno aparece en el horizonte más importante que éste.
Pero mientras se proyecta el futuro, el pasado sigue golpeando. Se ha sabido esta semana que desde que la banda que mandaba en la ciudad fue enviada a Alhaurín de la Torre, en los cajones del Ayuntamiento han aparecido facturas por diez millones de euros. «Gastos superfluos», según los responsables municipales, entre los que figuran no pocas comilonas y hasta ramos de flores. Todo a cuenta de usted, estimado lector. Diez millones es una cantidad respetable, y aunque alguno pueda pensar que es poco significativa si se tiene en cuenta el volumen del saqueo, constituye todo un retrato de una época, es de esperar, irrepetible.
Sobre el final de la semana, el Ayuntamiento tuvo una visita inesperada. El arquitecto redactor del Plan, Manuel González Fustegueras, se reunió con la alcaldesa. El encuentro se planteó para que el autor del documento conociera el criterio del Ayuntamiento. Y el criterio es que la mayoría de las compensaciones que se exigen para regularizar las viviendas ilegales ya fueron aportadas en su día por los promotores. Por ahí van a ir los tiros.