Tres años después de la Ballena Blanca, otra ballena causó la semana pasada un fuerte impacto en Marbella. Más inocente, más indefensa, más maltratada. La de hace tres años destapó una trama de corrupción de dimensión indecente, acabó con la inocencia de los incrédulos y permitió que lo que estaba por venir no sorprendiera a nadie. La de esta semana puso de relieve que el maltrato al medio ambiente no sólo está en el cemento y los ladrillos en tierra firme, y que lo que estamos obligados a cuidar vive más allá de lo que nuestros ojos ven habitualmente. La ballena de hace tres años debió haber supuesto una lección. La de esta semana, otra. Sólo los optimistas más tercos podrán confiar en que se trata de lecciones que todos están dispuestos a aprender.