Fue visto y no visto. El ex presidente de la gestora de Marbella, Diego Martín Reyes, presentó esta semana su dimisión como comisionado de la Junta de Andalucía para la Costa del Sol. Con la marcha de Martín Reyes, que abandona la política y vuelve a su despacho profesional, el cargo desaparece. En realidad estaba desaparecido desde hacía meses por falta de competencias, y sólo el empeño de su titular conseguía darle algo de contenido.
Comportamientos intolerables
La marcha de Martín Reyes se puede ver desde varias vertientes. La más evidente es que el PSOE ha perdido un referente político labrado durante los dos últimos años, y que para conseguir que los partidos encuentren sitio a un recién llegado a la política no alcanza con la capacidad profesional y la demostración de ser un buen gestor (coger el ayuntamiento heredado de Marisol Yagüe y convertirlo en un sitio decente no es una tarea que pueda estar al alcance de cualquiera). Por el contrario, la experiencia Martín Reyes demuestra que hay lugares donde ciertos comportamientos, como decir en todo momento lo que se piensa y acertar y equivocarse, pero siempre de acuerdo a principios, muchas veces más que ayudar, molestan.
Señales implícitas y explícitas
Esta semana, tras conocerse la marcha de Martín Reyes, Gaspar Zarrías reconoció en petit comité que el ex comisionado hubiese sido un gran consejero, y admitió que su inclusión en el Gobierno andaluz estuvo sobre la mesa. Hacía tiempo que desde el entorno de Chaves se venían lanzando señales de que se contaba con el comisionado de la Costa del Sol para la nueva legislatura en el Gobierno autonómico. No sólo señales implícitas -desde la época de la gestora Martín Reyes se había convertido en un interlocutor privilegiado del presidente andaluz (lo que despertó no pocos celos)- sino en algún caso bastante explícitas. Pero la lógica por la que se conforman los gobiernos parecen estar sujetas a un sistema de reparto que el presidente no se salta. Las cuotas -de género y territoriales- lo dejaron fuera.
El plan B
Cuando estuvo claro que Martín Reyes no sería consejero, desde el PSOE andaluz se hizo el intento de un plan B. Mantenerlo en la Costa para intentar el asalto al Ayuntamiento de Marbella dentro de tres años. Un plan al que el ex presidente de la gestora ya había dicho que no en varias ocasiones. También en la última. Por eso, elaboró una propuesta para la reorganización del comisionado, cuyo ámbito de actuación se extenderá ahora a todo el litoral andaluz, se despidió con educación y regresó a su despacho.
Ganar y perder
Es difícil saber qué gana y qué pierde Martín Reyes con su decisión. Posiblemente gana profesionalmente y pierde la posibilidad de seguir en una actividad que lo había cautivado. Mucho más fácil es darse cuenta qué gana y qué pierde el PSOE. Pierde un referente político de prestigio al que, inexplicablemente, ha dejado escapar. Pierde la posibilidad de capitalizar políticamente la gestión realizada al frente de la gestora (de cómo dilapidar ese capital ya dictó cátedra en su día Paulino Plata). Y pierde la posibilidad de demostrar que tiene capacidad para sumar savia nueva. Lo que gana es un misterio.