Las reuniones previstas para la semana pasada se frustraron, pero el problema sigue estando ahí. El Ayuntamiento de Marbella necesita negociar con Hacienda cómo hacer frente a los 100 millones de euros que adeuda por el impago durante 15 años de las retenciones de IRPF realizadas a los trabajadores municipales. Esta deuda se suma, no olvidarlo, a los 167 que reclama la Seguridad Social por el mismo motivo, a los 100 millones que en 2006 prestó la Junta de Andalucía para salir del pozo y a los más de 250 millones que se deben a acreedores privados.
La dimensión de la deuda da cuenta de la dimensión del saqueo, y su origen ayuda a entender cuál fue la lógica de funcionamiento: dinero que pasaba cerca, dinero que volaba. Llama la atención que entre los casos judiciales a los que ha dado lugar la actuación delictiva de los concejales del GIL durante todos estos años no conste de momento ningún proceso abierto por la apropiación indebida que supone haber retenido a los trabajadores las cuotas de la Seguridad Social y los porcentajes de IRPF y no haber ingresado esas cantidades en los organismos correspondientes. Cualquier empresario al que se sorprende en una actuación similar se encuentra con una denuncia inmediata y dando explicaciones primero en la comisaría y después en el Juzgado. Ahora mismo, no pocos pequeños empresarios se enfrentan al drama de enviar trabajadores al paro precisamente porque no pueden hacer frente a las cuotas de la Seguridad Social.
Pero en el Ayuntamiento, con tanto ajetreo judicial, a alguien se le debe haber pasado que descontar las cuotas de las nóminas y no pagarlas es delito.
Aún así, y sin perder de vista a los culpables del desaguisado, tampoco debe olvidarse que la acumulación de la deuda tuvo un origen doble: de un lado, un Ayuntamiento gobernado por delincuentes; del otro una administración del Estado de un signo primero y del signo opuesto después, que permitió que esa deuda creciera sin que se le pusiera freno.
Ahora ha llegado el momento de pagar la fiesta de la que algunos disfrutaron. Los vecinos de Marbella, que con su voto dieron a Gil y su banda un poder que nunca debió haber tenido, llevan ya algunos años haciéndolo con una ciudad con sobreconstrucción, sin los equipamientos necesarios y convertida en el hazmerreír nacional gracias a la televisión basura. No estaría mal que quienes no supieron o no se atrevieron a poner el freno a tiempo también se hicieran cargo de su responsabilidad y dieran todas las facilidades posibles para que la deuda no siga siendo una losa imposible de levantar.