Junto al duelo, el dolor y la indignación había también una sensación de inseguridad. No pocos empresarios habían mostrado su temor de que el trágico suceso que acabó con la vida del empresario Fernando Moreno fuera ell inicio de una espiral que también podía tenerlos a ellos como víctimas en el futuro. Después de la rápida acción de la policía, sólo existe lugar para el duelo.
Pocos crímenes impactaron tan fuerte en Marbella como el secuestro y muerte del industrial de San Pedro, y pocos se han esclarecido con tanta eficacia. Sólo seis días después de encontrar el cuerpo, se iniciaron las detenciones. En dos días más todo se había resuelto. La policía reunió pruebas suficientes como para que la jueza que instruye el caso imputara a los cuatro detenidos no sólo por secuestro, sino también por asesinato. Los presuntos autores ya duermen en la prisión de Alhaurín de la Torre.
Mucho se ha hablado en la semana del perfil de los tres presuntos asesinos. Especialmente del camionero de la empresa de la víctima, el único español entre los cuatro imputados, que traicionó de la manera más vil la confianza del industrial. Una vez ejecutado el crimen, acudió al funeral, donde se le vio derramando lágrimas. Horas después la policía ya lo había identificado como la persona que marcó el blanco a los otros participantes en el secuestro. Tres indeseables que no pueden poner en entredicho la honorabilidad de los cientos de vecinos que nacieron en el país de Fernando Botero y Gabriel García Márquez y que eligieron Marbella para vivir, trabajar y educar a su hijos.
Seguramente ha sido un estreno doloroso para el nuevo comisario de Marbella, que lleva menos de un mes en su cargo, pero también brillante. La rápida resolución del caso no sólo ha sido un consuelo para la familia y los amigos de la víctima. También ha contribuido a que se evapore la sensación de inseguridad y la inquietud provocada por el suceso, y sobre todo puede haber servido como advertencia de que no existe impunidad posible para delitos de esta gravedad.