Desde la ‘operación Malaya’ hasta aquí, no se ha dejado de hablar de ‘marbellización’ ante cada caso de corrupción municipal. Sucedió con Alhaurín el Grande, por supuesto con Estepona, con la Policía Local de Coslada y con todos los casos repartidos por la geografía española donde la policía creyó descubrir ingresos injustificados en la cuentas de alcaldes y concejales. Ahora que parece que ha quedado claro que Marbella no era una deshonrosa excepción, sino una triste gota en el vasto océano de la golfería –eso sí, con derecho a copyright porque debe reconocerse a Jesús Gil el mérito de haber creado una escuela con tantos seguidores– es hora de cambiar el término, y que sea el último el que cargue con la vergüenza. Puestos a poner etiquetas, que la lleve Alcaucín hasta la próxima mañana en la que nos desayunemos con la policía entrando a saco en las oficinas municipales, la oposición diciendo que ellos ya lo sabían y los vecinos defendiendo al político de discurso populista y generosidad a la hora de repartir las migajas de la corrupción. Que sea alcaucinización hasta que los partidos entiendan que no basta con echar al implicado o arremeter contra el juez de turno. Hasta que entiendan que es hora de que ellos mismos limpien su casa antes de que pierdan el escaso crédito que les queda ante los ciudadanos. Si es que aún les queda algo.