En la Escuela Oficial de Idiomas, otra vez más rechazados que admitidos. Las instalaciones y los recursos disponibles no dan para más, y 672 personas (casi 200 más que el año pasado) se han quedado a las puertas de mejorar su formación. Este año ha habido más aspirantes que nunca. Las familias que tuvieron que quitar a sus hijos de las academias privadas y los parados con la intención de aprovechar el tiempo para formarse y volver en mejores condiciones al mercado de trabajo engordaron la lista de la frustración. La mayoría se ha quedado a las puertas. La directora, María Fernanda González, posiblemente agotada de tanto luchar contra una incomprensión que no se entiende, se manifestó cansada de reunirse con los responsables de la Delegación Provincial de Educación sin haber encontrado una respuesta.
A nadie que sostenga que Marbella debería contar con una escuela de idiomas modélica se le podría acusar de localismo exacerbado. Por la composición de su población y por su estructura productiva, los idiomas constituyen para Marbella un asunto esencial. No se entiende que ese centro educativo disponga sólo de unos recursos penosos, explotados al máximo por la buena voluntad y el esfuerzo de la directora y su reducido equipo.
Es habitual escuchar a los responsables políticos llenándose la boca con la importancia de la formación, la igualdad de oportunidades, la apuesta por el turismo de calidad, la integración europea y la necesidad de que los inmigrantes y residentes extranjeros se integren en esta sociedad. Mientras no haya una partida presupuestaria que ponga a la Escuela de Idiomas de Marbella en la situación en la que debe estar, sabremos que todo eso no es más que una gigantesca, interminable y demagógica milonga.