El aluvión de visitantes de la semana anterior con motivo de la Copa Davis parece haber sido flor de tres días. Pasada la euforia por la excelente imagen que la ciudad ofreció con televisión en directo -lo que seguramente tendrá en el futuro próximo consecuencias positivas aunque la batalla de la imagen es una tarea a largo plazo-, ya hay datos suficientes para saber que nos encontramos ante un verano al que le costará arrancar. En toda la Costa del Sol y también en Marbella. En los últimos años ha habido una tendencia a retrasar las vacaciones, por lo que los primeros días de julio son cada vez más flojos al tiempo que septiembre va ganando importancia. Especialmente en un destino como Marbella, ya que septiembre suele ser un mes de personas con mayor poder adquisitivo. Un destacado empresario de la hostelería lo explica con pocas palabras: en agosto viene el gerente, y en septiembre, el dueño de la empresa. Aun así, que haya comenzado julio y la ciudad apenas lo haya notado en un año marcado por la incertidumbre en la economía no ha hecho más que encender las luces de alerta.
También se ha encendido una luz de alerta en Sierra Blanca. El primer -y es de esperar que también el último- gran incendio del verano movilizó el martes a medio centenar de bomberos y a un gran número de medios aéreos que durante gran parte de la tarde focalizaron la atención en una zona de muy difícil acceso mientras la humareda cubría gran parte de la sierra.
El balance final dejó el siniestro en 30 hectáreas de monte público en una zona protegida sobre la que los ecologistas han pedido en varias oportunidades la protección de Parque Natural. La ciudad no ha quedado para desperdiciar zonas valiosas desde el punto de vista medioambiental, y una sierra cubierta de humo siempre configura un cuadro preocupante.
Otro cuadro preocupante en pleno mes de julio es el que configura la fila de taxis esperando viajeros en la Alameda y en el resto de las paradas. Uno de los más graves problemas que Marbella arrastra verano tras verano es precisamente el de la falta de taxis, y resulta desalentador que el exceso de oferta no sea consecuencia ahora de que se haya solucionado el asunto, sino de que la demanda es escasa cuando julio ya ha entrado en su segunda quincena.
Pero no es la demanda lo único que está fallando para este servicio. Durante esta semana ha sufrido el segundo corte de línea telefónica, lo que ha dejado a la ciudad sin servicio de radiotaxi. Las obras que se están realizando en el polideportivo de Paco Cantos, donde Taxisol tiene su sede, están en el origen del problema. Un operario cortó el cable equivocado y dejó incomunicados a los taxistas con sus potenciales clientes, y a la ciudad sin uno de sus principales medios de transporte durante más de siete horas. El error podría entenderse como tal si hubiese sido un incidente aislado. Pero es la segunda vez en poco más de un mes que la asociación de taxistas sufre un percance parecido, y ello sin contar las veces que se han quedado sin agua o sin luz por motivos similares. Que suceda una vez puede entenderse, que pase dos veces tiene menos explicación, que se siga repitiendo ya invitaría a buscar responsables.
Lo que sí se seguirá repitiendo una y otra vez hasta que el documento entre en vigor es el debate en torno al Plan General de Ordenación Urbana, al que el Ayuntamiento ya le ha puesto fecha de aprobación. La ciudad lleva tantos años de polémica centrada en el urbanismo -ha pasado ya más de una década desde que Gil y sus secuaces aprobaron con nocturnidad un planeamiento ilegal en el que se ampararon gran parte de sus fechorías- que hay quien comienza a preguntarse si una vez que la aprobación definitiva ponga fin a la discusión no la acabará echando de menos.
Pero como para eso todavía falta, el debate aún sigue abierto. Los responsables del equipo de gobierno han destacado que pese a la polémica Marbella mantiene un índice alto de zona verde por habitante, lo que no deja de ser una forma de ver la botella medio llena.
Esta semana se ha sabido también cuál es la fórmula que utilizará el Ayuntamiento para regularizar el Banana Beach, uno de los emblemas del abuso durante la era Gil y al que el Ayuntamiento busca acomodo en el Plan para cumplir con su compromiso de que no quedara fuera de ordenación ninguna vivienda que estuviera habitada. El equipo de gobierno ha decidido incluirlo en el plan especial del polígono La Ermita, y el tiempo acabará desvelando si se ha hallado una solución o si donde había un problema se ha acabado por crear dos.