MARBELLA se dispone a aprobar una nueva ordenación urbanística después de 23 años y tras haber padecido el huracán de indecencia promovido por Jesús Gil y sus secuaces que tuvo en el urbanismo el principal instrumento para consumar un saqueo de dimensiones nunca antes vistas.
Hay elementos que deberían haber estado en el núcleo de la discusión del nuevo Plan, como la recuperación de zonas verdes y de litoral, la ubicación de los equipamientos educativos y sanitarios aún ausentes o los resarcimientos que debe recibir la ciudad de quienes aprovecharon la situación paras sacar tajada. Sin embargo el debate se ha centrado en los llamados ‘compradores de buena fe’, término acuñado para aludir a quienes adquirieron viviendas que arrastraban la carga de la ilegalidad. Las palabras nunca son inocentes, cuando se utilizan unas es porque se ha decidido no utilizar otras. Si se hubiera aludido a ‘estafados’, el debate se hubiera centrado en identificar a los estafadores, tarea aún no completada porque en Malaya posiblemente sean todos los que están, pero con seguridad no están todos los que son.
El calor del debate y el interés en enfocarlo en una dirección no permitieron reparar en que si hay compradores de buena fe que ahora pueden quedarse sin nada es porque antes hubo vendedores de mala fe que se han quedado con todo.