A nadie escapa que el corredor ferroviario de la Costa del Sol es un proyecto de tal envergadura que sólo desde la más pura ingenuidad o desde la intención de provocar desgaste político podría exigirse a una administración como la Junta de Andalucía que lo sacara adelante exclusivamente con sus recursos. Sin embargo, el proyecto ha llegado a un punto en el que sí es legítimo preguntarse si sigue siendo un proyecto.
Desde que en la campaña electoral del año 2000 el candidato a la reelección de la presidencia de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, anunció que el tren litoral formaría parte de las prioridades del Gobierno andaluz, el asunto pasó a ser un compromiso de la Junta con la Costa del Sol, y por lo tanto una deuda contraída con sus habitantes. Nunca nadie reclamó a los responsables de la administración autonómica que pagaran esa deuda en un solo ejercicio presupuestario, ni siquiera en una sola legislatura, pero sí se exigió que al menos se fuera haciendo algo. Más que en un proyecto emblemático, el del corredor ferroviario se convirtió con el tiempo en el emblema de una forma de hacer política: la de sacar a la luz los proyectos que crean ilusión cada vez que es necesario reclamar el voto para después guardarlo en el cajón de los temas pendientes.
Sin embargo, en los últimos años el tren pareció querer arrancar. Primero con alguna tímida partida que si no valía para comenzar las obras, al menos sí servía para mantener viva la llama de la esperanza. Después, con la adjudicación del concurso para el diseño de las estaciones, más tarde con el anuncio de que se buscarían fondos en el Banco Europeo de Inversión, y finalmente el año pasado, con el compromiso firme del todavía presidente Chaves de que el ferrocarril llegaría a San Pedro Alcántara en 2013. Incluso, en marzo pasado se llegó a adjudicar un tramo de obra sobre el que ahora pesa la incertidumbre. Fueron pocos quienes creían en el plazo de 2013, pero aun los más optimistas habrán visto cómo se evaporaba cualquier expectativa de ver materializada la iniciativa al escuchar cómo la consejera de Economía afirmaba este martes que los presupuestos de la Junta de 2010 no reservaban ni un euro al tren litoral. Cero. La partida simbólica incluida posteriormente para lavar la cara, lejos de tranquilizar ha tenido el efecto contrario.
Tanto la consejera el martes como el presidente Griñán el jueves argumentaron que la intención del Gobierno andaluz es formar un consorcio para que el capital privado participe en el proyecto. Ninguno de los dos explicó si la aportación de la Junta se va a limitar a esos simbólicos cinco millones de euros incluidos a última hora en los presupuestos. Es verdad que no será el año próximo un ejercicio donde haya exceso de recursos, pero ese argumento es difícilmente aceptable. Primero, porque va a cumplirse una década desde que se anunció el compromiso de la Junta con el proyecto. Si durante cada uno de estos diez años se hubiese dedicado una partida al cumplimiento de ese compromiso, la meta estaría más cerca. Y segundo, porque no es precisamente ahora cuando cabe esperar participación privada en un emprendimiento de esta envergadura.
Desde que tras la crisis del 1929 el presidente estadounidense Franklyn D. Roosevelt llevó a la práctica, con los extraordinarios resultados conocidos, la teoría económica de Keynes -que aconsejaba fuertes inversiones públicas para poner en marcha el motor de la economía- esa política se convirtió en una referencia de los gobiernos progresistas, en contraposición a las teorías conservadoras que aconsejan reducir el gasto y los impuestos como mejor fórmula para la reactivación económica.
El economista británico aconsejaba incluso, en caso de ser necesario, crear empleo con partidas de operarios que cavaran zanjas para luego volver a taparlas. Tal era su confianza en la capacidad de la inversión pública y su efecto multiplicador en la economía de un país.
Tras asumir la presidencia, Obama tomó el ejemplo de Roosevelt y puso en marcha la mayor inversión pública de la historia de Estados Unidos. Este año, la economía norteamericana sufrió un retroceso del 6 por ciento en el primer trimestre del año, pero el Tesoro acaba de anunciar un crecimiento del tres por ciento en el tercer trimestre.
También algunos responsables de la Junta han manifestado en varias ocasiones su propósito de que la inversión pública sirva como acicate de la economía. En este caso no se trataría de cavar y tapar zanjas, sino de poner en marcha un proyecto que dinamizaría como ningún otro a la Costa del Sol que, conviene no olvidarlo, es el mayor motor económico de Andalucía. El problema es que más allá de la admiración que declaman por Obama, los hechos demuestran que no existe la más mínima intención de imitarlo.