Podría haber sido un punto de encuentro. Una oportunidad para que el Ayuntamiento pusiera sobre la mesa el sentido institucional que tanto se le reclama y la Junta de Andalucía, su apuesta por Marbella que tanto declama. Pero el proyecto de ampliación del puerto de La Bajadilla va exactamente en la dirección contraria. Nadie debería extrañarse si se convierte en un nuevo escenario de confrontación.
Muchas veces resulta difícil comprender cuál es la lógica con la que funcionan las instituciones. Cualquiera que analice lo que se pretende hacer con el proyecto de ampliación del puerto lo tendrá más difícil aún. Desde que la falta de acuerdo con la concesionaria bloqueara la ampliación de Puerto Banús –un recinto que pide a gritos no sólo más atraques sino también la posibilidad de que lleguen barcos de gran calado para poner a disposición de los cruceristas su oferta comercial única–- era lógico suponer que el proyecto de la Empresa Pública de Puertos de Andalucía para la ampliación del puerto pesquero de La Bajadilla tomaría otra dimensión.
En primer lugar, porque la capacidad de los cuatro recintos portuarios con los que cuenta Marbella –Cabopino, La Bajadilla, el Puerto Deportivo y Banús– se ha quedado pequeña para la demanda de atraques, que apenas ha menguado este año como consecuencia de la crisis económica.
Pero también porque el puerto se encuentra en un emplazamiento estratégico cuyo desarrollo marcará el futuro de la ciudad. Lo que ahora es un puerto pesquero situado junto a un polígono industrial debería ser en el futuro un puerto eminentemente turístico y deportivo integrado en una zona comercial y de servicios que tendría a la estación del ambicionado tren litoral como centro neurálgico. No es necesario ser un visionario para imaginar que los tres elementos –la ampliación del puerto, el traslado del polígono industrial y la construcción algún día de la estación de ferrocarril– están llamados a constituir un conjunto estratégico que no sólo cambiará la cara del extremo oriental del casco urbano de Marbella, sino que deberá suponer un centro de desarrollo económico tan importante como ahora es Puerto Banús.
Para que ello se así es necesario que el triángulo se complete. Hace falta que se consume el traslado del polígono industrial de La Ermita, cuya permanencia en esa zona es ya una herencia atávica que pierde sentido cada día que pasa. Es difícil saber si existe alguna ciudad que pueda permitirse naves industriales en primera línea de playa, pero con toda seguridad Marbella no es una de ellas.
Es imprescindible también que el impulso para la construcción del tren litoral no decaiga. Las desasosegantes noticias de los últimos días –a las que debe sumarse la negativa del ministro de Fomento, José Blanco, a abordar el tema en su visita a Málaga del pasado jueves– más que desanimar deberían servir para convencer a la sociedad civil de Marbella y del resto de los municipios de la Costa del Sol que sólo con una presión social que sepa hacerse oir será posible que las administraciones asuman como suyo un proyecto de dimensiones presupuestarias siderales como es éste. Ya sucedió en su día con la llegada del AVE a Málaga, y con el corredor ferroviario no debería ser distinto.
Y es necesario también que la ampliación del puerto no se quede en una tímida suma de atraques para salir del paso.
El proyecto básico previsto por la Junta de Andalucía no sólo es insuficiente por el número de amarres que prevé o porque no contemple la llegada de cruceros, una limitación cuyas razones deberían ser expuestas con claridad por el Gobierno andaluz. Si el argumento es que con el puerto de Málaga ya alcanza para las grandes embarcaciones turísticas y que no tiene sentido poner a competir a dos ciudades cuyas ofertas deben ser complementarias, debería explicarse con claridad. Excusarse en el corto calado de La Bajadilla no sólo no convence a nadie, sino que elude la discusión de fondo.
El principal problema del proyecto es su concepto de puerto puramente deportivo, con acceso restringido a los propietarios de las embarcaciones y servicios mínimos dedicados a estos. Una idea muy alejada de puerto como impulsor de las actividades comerciales, turísticas y culturales que el centro de Marbella necesita.
La dificultad no radica sólo en que el triángulo de nueva zona de expansión en La Ermita, estación de tren y puerto deportivo nacerá cojo. El problema es la oportunidad que se pierde con este proyecto, que no soluciona nada y que deja un asunto pendiente para el futuro. Que esta ampliación es mejor que nada, es verdad. Que después de los años de estudios previos, anteproyectos, proyectos básicos, concursos, licitaciones y obras, la ciudad seguirá requiriendo un puerto que responda a sus necesidades, también