Seguramente la obligación autoimpuesta de enviar una carta de protesta cada vez que un espacio de la televisión basura desempolva documentos viejos del ‘caso Malaya’ y los utiliza como excusa para contar otra vez los mismos cotilleos sobre la Pantoja. Eso sí, con unas pretensiones de espacio de investigación periodística cuyos reclamos promocionales pueden hacer creer a algún desprevenido que en lugar de a personajes de la talla moral de Isabel García Marcos, Telecinco ha fichado a Bob Woodward o a Ryszard Kapuscinski.
Está claro que la televisión basura hace tiempo que ha encontrado una veta en Marbella y no tiene sentido albergar esperanzas de que en esta época de lucha despiadada por las audiencias en los que ya no la ética, sino el simple buen gusto están ausentes, vaya a soltarla. Y menos después de comprobar que los mismos argumentos y los mismos personajes repetidos en un programa tras otro siguen dando unos resultados de cuota de pantalla que seguramente deben estar por las nubes. Es posible que cualquier persona interesada en los asuntos de Marbella haya podido en algún momento sentir curiosidad cuando la promoción de estos programas anunciaba documentos inéditos y entrevistas reveladoras. Debe convenirse que quien todavía les sigue prestando atención no sólo admite que le sirvan carne podrida, sino que le gusta rebañar el plato y después pide repetir.
Es verdad que los vecinos de esta ciudad votaron en su día a unos personajes a los que deberían haber corrido a gorrazos a la primera en lugar de mantenerlos quince años en el poder, pero la penitencia ya se lleva en el desastre urbanístico, en la falta de colegios y centros sanitarios y en la herencia del saqueo económico. El castigo añadido que supone el ensañamiento de la televisión basura resulta excesivo.
Aún así, mandar cartas para pedir que ya basta es perder miserablemente el tiempo y la energía. Mientras haya público que coma mierda siempre habrá un productor televisivo dispuesto a defecar en su plato. Los productores de ganado porcino no se preocupan de los hábitos higiénicos de los cerdos que se revuelcan en la porquería. Solamente se ocupan de hacerlos engordar.
Quizás no haya que mirar para otro lado, pero si enfocarse en lo que merece la pena y en fortalecer los emprendimientos para crear riqueza que vuelven a tener a la ciudad como escenario.
Esta semana ha habido buenos ejemplos de ello. No sólo en el Andalucía Tennis Experiencia, que ha vuelto a celebrarse en Marbella pese a las presiones de otras ciudades que también querían acogerlo. También ha vuelto a abrir el hotel Guadalmina, uno de los establecimientos históricos y emblemáticos que contribuyeron a construir el mito de Marbella.
El Guadalmina forma parte de lo nuevo pese a que su origen se remonta a casi 60 años atrás, cuando unos visionarios adivinaron en una finca situada a pie de mar y en el extremo occidental de Marbella y cuya principal actividad era la crianza de cerdos la posibilidad de alzar un establecimiento de lujo con la playa, el golf y la atención de primera como principales reclamos.
Hoy el hotel Guadalmina vuelve a levantarse y ello no sólo tiene valor en sí mismo, sino también en el ejemplo que supone para otros hoteles emblemáticos que atraviesan momentos de dificultades. Medio siglo después de su creación, ese espíritu encuentra continuidad. Reconforta que Marbella empiece a recuperar el impulso que la hizo grande . De eso hay que ocuparse. Los cerdos ya encontrarán comida en otro lado.