Acaba de concluirse la instrucción del ‘caso Hidalgo’ y llama la atención que su repercusión apenas haya ocupado a algunos periódicos. Es lo que tienen los casos en los que no hay folclóricas ni personajes pintorescos implicados y donde los delitos que se investigan, fiscales y de blanqueo de capitales, causan un perjuicio difuso, vaporoso, como si no hubiera víctimas.
A poco que se haga memoria se recordará que la causa nació en 2007 en una Marbella que apenas se había recuperado del impacto de Ballena Blanca y Malaya y donde ya nada sorprendía. Se detuvo a decenas de personas de apariencia respetable, muchas de las cuales fueron después excluidas de la causa. El caso siguió adelante y reservaba más sorpresas: el primer juez instructor fue condenado por pedir dinero a un imputado para sacarlo de la cárcel.
Este escándalo, e incluso algunas flagrantes injusticias cometidas al inicio, no son suficientes para desacreditar la causa completa. Todos los jueces que pasaron después por el juzgado, que no fueron pocos, continuaron la instrucción, que ha concluido con la implicación de 20 personas. La trama blanqueó 60 millones de euros, una cantidad que a estas alturas parece asustar poco pese a que multiplica por cinco la cifra a la que llegaron los instructores de Ballena Blanca.
Pero no sólo es la cantidad lo que provoca indiferencia, sino la naturaleza del delito, que en apariencia no perjudica a nadie. Como si el blanqueo no fuese el último peldaño de otros delitos que por lo general sí tienen víctimas palpables. Como si la entrada de dinero negro en el sector inmobiliario -el preferido de los blanqueadores en estas latitudes- no provocara un efecto perverso que hace que bienes básicos se conviertan en inaccesibles. Como si todo el dinero que se blanqueó en la Costa en los últimos años no tuviera nada que ver con la burbuja inmobiliaria. La misma que estalló en los bolsillos de quienes ahora miran con indiferencia este asunto mientras se aprestan a degustar la basura folclórica que las televisiones les sirven mientras les hacen creer que están contando lo más importante del caso Malaya.