Ayer, cuando el abogado del empresario cordobés Rafael Gómez ‘Sandokan’ relacionó ante el tribunal de Malaya las iniciales J. A. G. con el comisario jefe de la Policía Judicial, Juan Antonio González, varias lecturas se asomaron al siempre aventurado terreno de las hipótesis.
Algunos quisieron ver una estrategia de defensa de Gómez, acusado de haber pagado 300.000 euros a cambio de un convenio e identificado en la contabilidad de Roca por las letras ‘S. K. M.’ y ‘R.Gmz’ que harían referencia a su apodo y a su nombre. ¿Por qué J. A. G. no es Juan Antonio González y S. K. M. es Sandokán y R. Gmz, Rafael Gómez?, vino a preguntar el abogado.
Pero algunos han ido más allá. Apuntaron que Sandokan es uno de los pocos empresarios que aún hoy mantiene buenas relaciones con Roca, recordaron que fue el testimonio del antiguo hombre fuerte de Marbella el que facilitó que se dictara una condena contra el juez De Urquía por recibir un soborno y se preguntaron si no constituye la intervención del abogado de Sandokan un aviso de que Roca está dispuesto a hablar.
En la larga partida de ajedrez en que puede convertirse el juicio del ‘caso Malaya’, Roca tiene una situación difícil y una pequeña ventaja. De un lado se encuentra con la amenaza de 30 años de cárcel sobre su futuro vital y su mujer e hija sentadas en el banquillo de los acusados. Del otro, la posibilidad de que su testimonio despeje dudas sobre la larga lista de iniciales sobre las que se asienta el caso.
Las primeras fichas de la partida parecen haber comenzado a moverse.