Un empresario de la construcción que ha hecho fortuna partiendo de la nada y con métodos cuestionables decide presentarse a unas elecciones municipales. El descrédito de los partidos políticos abre la puerta al salvador, que promete soluciones mágicas y aplicar a la política los métodos que lo hicieron rico en los negocios. Los electores no ven que los políticos tradicionales tengan soluciones para sus problemas reales. El panorama de crisis económica crea el caldo de cultivo para que no se consideren un problema los líos judiciales en los que el candidato está incurso. Los partidos políticos no lo toman en serio, se enfrascan en su batalla particular y sueñan con que el candidato heterodoxo le quite votos al adversario.
Suena a historia conocida, pero ni estamos en la Marbella de 1991 ni el candidato es Jesús Gil, aunque tenga en común con éste su amistad con Juan Antonio Roca. El panorama describe lo que está pasando aquí al lado y ahora mismo. El año es 2011, el escenario es la ciudad de Córdoba y el candidato es Rafael Gómez, ‘Sandokan’, uno de los promotores que hicieron negocio en Marbella en los años de la expansión y el pelotazo y que ahora se sienta en el banquillo de los acusados del ‘caso Malaya’. Hay quien pueda sospechar que la candidatura es una huida hacia adelante para escapar del acoso judicial, pero a nadie parece importarle.
Recientemente, tras conocerse la candidatura del empresario, el secretario general del PSOE de Córdoba y aspirante a la alcaldía, Juan Pablo Durán, aseguró que él no está preocupado «como sí lo están otros», en referencia a su adversario del PP, José Antonio Nieto. Éste, a su vez, replicó que a él le preocupa la candidatura del empresario tanto como la del cabeza de lista socialista.
Si se repasan las declaraciones que hace veinte años se escucharon en Marbella cuando Gil anunció que saltaba al ruedo político, seguramente nos encontraremos con algo parecido. La experiencia demostró que los partidos no solo no supieron ver la amenaza de un candidato antisistema, sino que la siguieron utilizando como arma arrojadiza contra el adversario aun cuando Gil ya había demostrado ser más una amenaza contra el Estado de Derecho que un actor político a quien el PP o el PSOE podían utilizar bien como aliado ocasional, bien como una sangría de votos para el contrario. La experiencia demostró que estos candidatos pueden pescar votos en todos los caladeros, y que quien se acerca para buscarlo como aliado termina contaminado hasta las entrañas. También demostró que venir de fuera del sistema de partidos le dota de una frescura de la que los aparatos burocratizados carecen, y que su capacidad de conexión con los electores no debe jamás subestimarse. Y también que difícilmente sea el interés común el que impulse a estos personajes a dejar la vida empresarial para saltar a la política.
Pero la experiencia demuestra también que esperar de los partidos que aprendan de la historia reciente y que actúen con la consecuente responsabilidad es una actitud que tiene como destino seguro una expectativa defraudada.
La desmemoria es intrínseca a la práctica de los partidos. Y no es necesario viajar hasta Córdoba para comprobarlo. Esta semana, el candidato del PSOE en Marbella firmó un acuerdo con los sindicatos en el que se compromete a dar por buenas todas las contrataciones que se hicieron en el Ayuntamiento durante los años del gilismo. Es probable que ahora ambos partidos se enfrasquen en una competición sobre quién ofrece más a los sindicatos, que no quieren ni oír hablar de transparencia o igualdad de oportunidades. Posiblemente no sólo confíen en la fuerza electoral de los trabajadores municipales, sino también en la amnesia del resto de los vecinos.