El Partido Popular va a pedir la comparecencia en el Congreso del presidente de Televisión Española, Alberto Oliart, por la emisión de la miniserie ‘Operación Malaya’. La producción salió a antena hace dos semanas y pasó sin pena ni gloria, pero el PP la acaba de rescatar del olvido para abrir un debate que le permita desgastar a sus adversarios.
Es verdad que hay mucho que criticar a esta miniserie. Los errores de trazo grueso, el desprecio por los hechos, la lamentable construcción de los personajes, la confusión de sucesos de diferentes épocas, los tiroteos inventados y, sobre todo, una realización cutre no permiten siquiera mencionarla entre las miniseries que, con mayor o menor acierto, se han sumado a la moda de recrear en la pequeña pantalla episodios recientes de la historia de España.
Pero las críticas del PP van en otro sentido y se inscriben más en el criterio que ha llevado al Ayuntamiento de Marbella a ignorar desde su televisión municipal el juicio del ‘caso Malaya’. El PP quiere que Oliart comparezca en el Congreso para explicar qué ha llevado a la televisión pública a hacer una serie «que une de nuevo el nombre de la ciudad con el periodo más oscuro de su historia». Como si lo sucedido en Marbella no estuviese en la memoria colectiva y no requiriera una revisión crítica. Como si el juicio de ‘Malaya’ fuera parte del pasado y no rabiosa actualidad. Para el PP, la serie ha producido un daño a la imagen de Marbella, pero el verdadero daño de imagen lo ha sufrido Televisión Española.
Porque a diferencia de lo que plantean los populares, el problema no es que se haya hecho una serie sobre uno de los hechos más relevantes en la historia reciente de este país, sino que se haya perdido la oportunidad de hacerla bien. De contar la verdad de la historia, de dejar constancia de lo que sucedió para crear los anticuerpos que impidan que se repita.
Un axioma del mal periodismo aconseja no dejar que la realidad estropee un buen titular. Los realizadores de la serie prefirieron invertir de manera absurda ese principio. No dejaron que la realidad les arruinara la oportunidad de rodar una miniserie lamentable que no merece más comentarios. Mucho menos una intervención parlamentaria.