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Héctor Barbotta

Marbella blog

Ética y estética del Guadalpín Banús

Ahora que sabemos que la máxima autoridad judicial de esta país siente una particular atracción por Marbella y que venía por aquí a gastos pagados fin de semana sí y fin de semana también, posiblemente sea un buen momento para proponer a sus señorías, las del Tribunal Supremo y también las del Consejo General del Poder Judicial, que adopten a la ciudad como lugar habitual de reuniones. Pero no para disfrutar de cenas de alta gastronomía, sino para debatir sobre el estado de la justicia, la exasperante lentitud en la resolución de los asuntos y las condiciones de trabajo que sufren jueces, fiscales, funcionarios y abogados. De todo lo cual encontrarán buenos ejemplos en esta ciudad que tanto les gusta.
Marbella es una plaza judicial que acumula más de nueve mil asuntos sin resolver, y donde el último informe del TSJA revela la necesidad de crear, al menos, dos juzgados nuevos de Primera Instancia. Es también una plaza donde la mitad de sus juzgados funcionan en un edificio vetusto que no da más de sí, y la otra mitad, incluido el Registro Civil, en los bajos de un edificio que tampoco reúne condiciones idóneas y donde los usuarios –los contribuyentes que con sus impuestos pagan las escapadas de fin de semana de Carlos Dívar, para entendernos– se ven obligados a guardar horas de cola a la intemperie haga frío, lluvia o calor.
Por ello, no estaría mal que en lugar del Guadalpín Banús, un hotel de lujo con graves problemas con la justicia, levantado sin licencia, objeto de sobornos que ahora se dilucidan en el juicio del ‘caso Malaya’ y emblema donde los haya de la ilegalidad urbanística que campó a sus anchas por esta ciudad (mientras sus señorías miraban hacia otro lado desde sus habitaciones con vistas al mar), Carlos Dívar y sus colegas que corporativamente han decidido que no rinda cuentas por las vacaciones pagadas a cuenta del bolsillo de todos se reuniesen en alguna de las salas de los juzgados de Marbella donde se acumulan miles de expedientes sin resolver.
No habría que hacerse ilusiones, porque Dívar, que como cabeza del Poder Judicial es la tercera autoridad del Estado por detrás del presidente del Gobierno y del presidente del Congreso, seguramente ha adoptado el criterio de sus colegas de otras instituciones, para quienes Marbella es un buen lugar para disfrutar de sus días de ocio –y contentos y agradecidos estamos de que así sea–, pero no una ciudad con problemas de los que ocuparse.
Que Dívar haya escogido para sus escandalosas vacaciones el hotel de Marbella con más problemas con la justicia es toda una metáfora. Hay para elegir: metáfora del desinterés por conocer problemas que son de su incumbencia, metáfora de la desatención a la ética y también a la estética, metáfora de la soberbia de quien se sabe impune, metáfora del desprecio por la ley por parte de quien más debería respetarla, metáfora, en resumen, de quien ve en un alto cargo una oportunidad más que una responsabilidad.
El escándalo de los viajes de Dívar a Marbella pagados a cuenta del erario público, que la decisión del fiscal de no investigar convierte en más grave y que el respaldo corporativo de la mayoría de los miembros del Tribunal Supremo hace insoportable, nos pone frente a nuestro retrato como país. Cuando se escucha que nuestra crisis es solo económica da ganas de echarse a llorar.
Constituye un error utilizar el término ‘clase política’ para referirse a quienes ocupan cargos institucionales, ya que habría que hablar de clase dirigente a la vista de la facilidad con que los cargos de uno y otro partido, o en su defecto sus cónyuges, saltan de la política a los bancos o a las grandes corporaciones para volver después a la política confundiendo con descaro intereses públicos con privados y poniendo aquellos al servicio de éstos. Pero a la vista de lo que el caso Dívar no enseña sino que ratifica, sí es acertado dirigirse a los jueces como ‘casta judicial’. Los políticos, al menos, rinden cuentas cada cuatro años. Y ante los ciudadanos. Pero los miembros de la judicatura solo lo hacen ante los de su círculo y nunca antes de que los pillen.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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