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Héctor Barbotta

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Turismo residencial

Circula estos días por las redes sociales una frase atribuida a una banda de secuestradores que tras haber retenido a la hija de un poderoso empresario reclamó para ponerla en libertad una ayuda o línea de crédito por una cantidad concreta. Eso sí, en billetes pequeños.
La resistencia numantina del Gobierno a llamar las cosas por su nombre ha dado mucho de sí, pero sería injusto atribuirle a Rajoy la exclusividad en este empeño en llevarnos a un debate nominal que intenta ocultar el fondo del asunto. Es más bien un hábito tan arraigado en la mayoría de los políticos que invita a creer que les sale tan naturalmente como cuando colocan familiares o se pagan cursos con dinero público.
No hay que remontarse mucho para recordar que se llamó ‘desaceleración de la economía’ a la que se nos vino encima en 2008 o ‘gravamen para la reducción del déficit público de carácter temporal’ al aumento de impuestos aprobado nada más comenzar el actual gobierno. Hay quien llama ‘defensa del sector público’ a la resistencia a reducir la nómina de enchufados que lastran los presupuestos de las instituciones, y hasta en el PP andaluz llamaron ‘victoria’ a su resultado en las últimas elecciones autonómicas.
Por eso no ha sorprendido que el consejero de Turismo haya propuesto otro debate nominal al afirmar en la entrevista concedida a este periódico que el turismo residencial no existe, ya que «turista es el que se aloja, no el que reside».
Es verdad que durante los años en los que confiamos toda nuestra prosperidad al ladrillo se utilizó el paraguas del turismo residencial para ocultar pelotazos que forraron a unos pocos, contaminaron para siempre paisajes y recursos naturales, crearon una situación de competencia desleal con hoteles del entorno y además, en no pocos casos, actuaron como instrumento para blanquear fondos obtenidos ilícitamente.
Pero ello no debería ocultar que los turistas, o como se llamen, que adquirieron en los últimos años una vivienda en la Costa del Sol para utilizarla como segunda residencia son el reaseguro que todos los veranos, todas las semanas santas y todos los puentes, independientemente de los vaivenes de los mercados turísticos y de la situación de nuestra competencia, llenan aviones, trenes y carreteras y dejan su dinero en restaurantes, tiendas y supermercados de la provincia. Llamémosles como quiera el consejero, pero que sigan viniendo.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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