La Ciudad de la Justicia ha albergado durante dos días (lo retomará en octubre) el juicio por blanqueo que tiene como estrella invitada en el banquillo a Isabel Pantoja y Marbella ha vuelto a enfrentarse, a través de la pequeña pantalla, a una versión caricaturizada e insustancial de su historia reciente.
Erróneamente se ha considerado al proceso del ‘caso Malaya’, que recorrerá en julio su último tramo, como una causa general contra todo lo que supuso el gilismo. En realidad es una –fundamental, pero solo una–de las decenas de causas penales por las que la justicia intenta resarcir a la sociedad de los delitos cometidos por la banda de delincuentes que se apropió del Ayuntamiento de Marbella entre 1991 y 2006.
Ahí están también el ‘caso Saqueo’ –con sentencia firme ya dictada–, el ‘caso Minutas’ –también con sentencia, aunque recurrida–, el ‘caso Monteverde’ –inexplicablemente bloqueado desde hace años en el laberinto judicial–, las causas por asuntos urbanísticos en las que la mayoría de los acusados ha llegado a acuerdos de conformidad tras reconocer su culpabilidad, o los casos resueltos en el Tribunal de Cuentas, con sentencias tan sonoras como la que recientemente ha condenado a Julián Muñoz a devolver a Marbella más de 50 millones de euros o la que obliga a los hijos de Jesús Gil por el doble de esa cantidad.
Del mismo modo se ha considerado a la causa por blanqueo –desgajada del ‘caso Malaya’–, no una más de esa lista de trámites judiciales en los que Marbella intenta recuperar su dinero y también su dignidad, sino un capítulo pintoresco, folclórico, casposo, apenas relacionado con el esperpento en el que Julián Muñoz transformó al Ayuntamiento de Marbella, y por extensión a toda la ciudad, en su disputa de popularidad con Gil por el botín de la caja del urbanismo (en los años en los que había un botín en el urbanismo.
Sin pretender ignorar el indisimulable perfil berlanganiano que ofrece la historia del alcalde y sus mujeres, no se debería perder de vista que el tribunal juzgará no una historia dirimida en las páginas de papel cuché, sino el destino de millones de euros robados a los ciudadanos de Marbella. Que las luces de los focos no hagan huir la mirada de la cuestión principal.