I mputan a un sujeto por dedicar sus ratos de ocio nocturno a molestar con un láser a los pilotos al mando de aviones que se aproximan al aeropuerto y uno piensa que adolescentes gamberros los ha habido siempre, solo que a medida que la tecnología avanza las gamberradas son más sofisticadas. Un lápiz láser con suficiente potencia para molestar no ya a un jugador del equipo rival en un estadio de fútbol, sino al piloto de un avión comercial está al alcance de cualquiera.
Se ve uno tentado de seguir reflexionando sobre la necesidad de instruir a los jóvenes sobre el uso responsable de la tecnología cuando se entera de que no, que quien deslumbraba a los pilotos no era un adolescente sino un tipo de 45 años. Entonces el asunto es más grave. Con tantos avances en el campo de la medicina y en lo esencial seguimos igual que al principio de los tiempos: no hay remedio contra la estupidez. El tipo del láser se habrá llevado un susto cuando lo detuvieron los guardias civiles en la zona más alta de su pueblo jugando a molestar a los aviones, lo empapelarán, le pondrán una multa, quizás hasta le quiten el láser. Pero no se habrá conseguido lo realmente importante: conseguir que deje de ser un tarado.
La estupidez no ha nacido con la tecnología, pero a veces asusta la capacidad de la tecnología para multiplicar los efectos de la estupidez.
Ahí tenemos el caso del concejal del PP en Fuengirola Pedro Vega, un joven que comienza a hacer sus pinitos en la política, que ha dedicado algunos minutos se su existencia subsidiada con fondos públicos a reproducir chistes racistas en Tuiter. Un lumbrera.
En el PP no le exigen que dimita. Para su jefa de filas, Esperanza Oña, el asunto no es tan grave.
Puede parecer escandalosa, pero esa protección no debe sorprender. Con la necesidad que tienen los partidos de rellenar sus organigramas de diputados, concejales, asesores, chóferes, secretarios, más asesores, gerentes de empresas públicas y mandos orgánicos, es lógico que tiren de gente como él, ya que no debe haber suficientes listos para tantos cargos. Además, si la inteligencia fuese un requisito todo iría mejor, y ya sabemos cómo va. Por ello no debe extrañar que el tal Pedro Vega sea al mismo tiempo concejal y dirigente de Nuevas Generaciones.
Lo que a estas alturas sí sorprende es que todavía no hayan fichado para un cargo público al tipo del láser.