U na riada anega media provincia, se lleva vidas en Álora y Pizarra, trastorna la vida de un millar de personas y, lógicamente, nos conmovemos. El huracán Sandy arrolla Nueva York con un saldo naturalmente multiplicado por las dimensiones de la mega ciudad y no nos conmovemos menos. No es empatía humanística al margen de fronteras, porque la misma tormenta había pasado algunas horas antes por Cuba y Haití, con un reguero aún mayor de muerte y desolación, sin que apenas le prestáramos atención. Es el temblor interno por lo que sucede en una ciudad que la cultura urbanay la pantalla han convertido en la ciudad de todos.
La burbuja permitió no hace mucho que los aviones cruzaran el Atlántico llenos de clientes con tarjetas de plástico que regresaban corroídas por tanto uso. La crisis ha animado ahora a no pocos a buscar su destino entre rascacielos, efervecencia cultural y acentos diversos. Las redes sociales permiten descubrir a una gran cantidad de conocidos, muchos de ellos expulsados injustamente del mercado de trabajo, que ante la perspectiva segura de pasarlo mal aquí se han ido a pasarlo como buenamente puedan, pero allí.
Se puede ir muchas veces en la vida a Nueva York, pero solo una vez en la vida se vive la experiencia de ir a Nueva York por primera vez. La experiencia única de estar por primera vez en un lugar en el que ya se ha estado.  ¿Quién no tuvo una cita fallida en lo más alto del Empire State con Cary Grant o Deborah Kerr? ¿Quién no pisó el Lower East Side cuando aquello no era más que un arrabal enfangado siguiendo los pasos del joven Corleone? ¿Quién no acompañó el desamor de Woody Allen sentado a orillas del East River? ¿Quién no soñó con una noche de jazz y desenfreno en algún tugurio de Harlem? ¿Quien no recorrió desde su butaca el ajetreo de la Quinta Avenida u observó los trajes impecables de los desalmados tiburones de Wall Street? ¿Quién no ha sufrido y disfrutado en esa ciudad asolada por un gorila gigante o surcada por superhéroes voladores? ¿Quién no ha asistido desde la grada a espectáculos deportivos cuyas reglas desconoce?
El huracán llega a esos paisajes, tan propios como el de nuestra barrio, y nos conmovemos. Porque todos hemos vivido alguna vez en esas calles que ahora se nos presentan anegadas. O hemos soñado con que lo hacíamos.