Cuando la banca se prepara para recibir los fondos provenientes del rescate que le permitirán contar con recursos suficientes para financiar nuevos despidos, cuando los ciudadanos arruinados por su inducida apuesta por el ladrillo a crédito se preguntan por qué se rescata a los inductores con el dinero de sus víctimas, el Gobierno central y la Junta vuelven a chocar a cuenta de la política de Costas y de dos concepciones en apariencia contrapuestas sobre el aprovechamiento urbanístico del litoral.
Con el consejo desesperado de la crisis, el equipo de Rajoy reforma la ley para rebajar exigencias en el tramo de dominio público e intentar reanimar aunque sea en parte al sector de la construcción, y el de Griñán contraataca con un decreto que suspende el desarrollo de suelos urbanos en toda la franja costera.
Si la construcción desenfrenada en el litoral, propiciada y alentada por ayuntamientos y demás instituciones de todos los colores políticos, no tuviese ninguna relación con la burbuja, su estallido y los dramas humanos que ahora se viven, podríamos pensar que se trata de una diferencia sustentada en percepciones ideológicas contrapuestas sobre cómo abordar la crisis. La desregulación que anima a los capitales frente al control público que intenta preservar el interés ciudadano.
Pero no estamos ante ese cuadro, sino ante una puja oportunista que pretende animar un debate que no existe. Porque no se puede resucitar a un enfermo agonizante con la misma medicina que lo postró, pero tampoco se puede erigir en su defensor quien cuando pudo no hizo nada para evitar que enfermara.
Pretender que la crisis puede encontrar siquiera una salida parcial quitando las últimas y tímidas barreras que aún quedan para preservar el litoral solo demuestra que no se ha entendido nada de por qué llegamos hasta aquí.
Pero ello es tan absurdo como que la misma administración que exhibió indolencia, apatía o impotencia cuando el litoral se llenaba de ladrillo hinche el pecho erigiéndose ahora en defensora del medio ambiente.
Paralizar por ley unos proyectos que ya están paralizados por la falta de financiación bancaria tiene tanto valor como el cazador de leones que se escondió cuando las fieras pastaban libres y ahora practica puntería en el zoológico.