A diferencia de las otras dos grandes ferias que jalonan el calendario del sector turístico de la Costa del Sol –la WTM de Londres y la ITB de Berlín–, no es FITUR una cita a la que se acuda a hacer negocio. En el mejor de los casos sirve para hacer promoción –en caso de que se considere que un destino maduro como la Costa del Sol necesite situar la promoción en el mercado nacional entre sus prioridades–, y en la mayoría para hacer acto de presencia en un escaparate cuya principal motivación para no ausentarse sigue siendo desde hace años la frase más repetida que no distingue entre épocas de prosperidad o de vacas flacas: «en FITUR hay que estar». Aunque muchas veces no se sepa para qué.
Ha llovido desde que un empresario del sector confesó en privado a un servidor que su único motivo para asistir cada año a la feria turística de Madrid era que el pabellón de Ifema constituía el único sitio donde podía encontrarse con casi todos los alcaldes y otros responsables políticos de la provincia, de modo que podía resolver en un par de días gestiones que en la propia Costa del Sol le podían requerir varios meses. Si alguien quiere encontrarse casualmente con un consejero, dejarse ver por un alcalde para hacerle un comentario como quien no quiere la cosa o incluso aparecer en una foto con algún destacado miembro de la Familia Real en plan Mocito Feliz no tiene más que invertir en un billete de AVE y poner rumbo a Madrid en la última semana de enero.
Por ello no debe llamar la atención que el encuentro directo con el presidente de la Junta de Andalucía que la alcaldesa de Marbella venía intentando desde hace tiempo para solventar temas pendientes –y el más importante de todos es el de la refinanciación de la deuda de 100 millones de euros– se haya producido en Fitur, bajo los flashes y fugazmente, pero con provecho.
Cuando la semana anterior el presidente Griñán dijo en Málaga a preguntas de un periodista que no tenía inconveniente en sentarse con el Ayuntamiento de Marbella a discutir posibles nuevas condiciones para el pago de la deuda, hubo quien creyó que se trataba de una respuesta improvisada para salir del paso. Pero esa sospecha quedó desairada en el breve encuentro de Madrid. Bastó que la alcaldesa le recordara la necesidad de sentarse a negociar la refinanciación para que Griñán le respondiera que recibiría una llamada. Y veinte minutos más tarde quedó concretada la cita en Sevilla para el 5 de febrero con la consejera de Hacienda. Para que después digan que ir a FITUR no sirve para nada.
Lo que resta ahora es saber si lo que pretende el Gobierno andaluz es solamente salvar la cara y no aparecer ante la opinión pública en una posición de intransigente ensimismamiento y de desinterés hacia la suerte de Marbella o si hay realmente existe intención de dar un respiro financiero al Ayuntamiento de Marbella.
Y desde el lado municipal, si hay predisposición a asumir compromisos que puedan cumplirse y no solo ganar tiempo para postergar la aplicación de ajustes –seguramente necesarios independientemente de cómo se resuelva el tema de la deuda– en las cuentas del Ayuntamiento.
Las respuestas podrán comenzar a conocerse en cuanto ambas partes se sienten a hablar, sin condiciones previas, mañana, martes, en Sevilla.