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Héctor Barbotta

Marbella blog

El mal ejemplo

Si  hay un sitio donde cabía esperar una muestra de indignación o al menos de incomodidad por parte de miembros del Partido Popular frente a las noticias que desde hace más de una semana gotean desde su sede central, ese sitio es Marbella.
Primero, porque el caso se parece a lo vivido en esta ciudad: un oscuro personaje que se enriquece por el método de recibir dinero de empresas (quién sabe a cambio de qué aunque no es difícil imaginarlo) y a quien se le encuentra una contabilidad B en la que se reflejan pagos a cargos políticos. En la contabilidad de Roca, principal sustento de la acusación en el ‘caso Malaya’, figuraban iniciales; en la de Bárcenas, nombres completos. La contabilidad de Roca con sus iniciales dio lugar a un terremoto político y a una causa penal pendiente ahora de sentencia. La de Bárcenas con sus nombres completos está al comienzo del camino.
El segundo motivo por el que cabía esperar al menos una protesta por parte de militantes del PP de Marbella es porque sus concejales mantuvieron durante los años del GIL un comportamiento ejemplar. No se dejaron vencer ni por la tentación ni por las presiones, y ahora encuentran en su partido comportamientos que seguramente les resultan tristemente familiares. No extraña que las primeras voces de concejales populares alzadas contra lo que se ha conocido hayan llegado desde el País Vasco. Y sorprende el silencio de Marbella.
Por aquí, en lugar de indignación, de reclamo de transparencia, de pedido de explicaciones, solo se ha visto una exhibición de confianza ciega en el líder, reflejada en uno de los mayores ridículos en la corta historia de Twitter: el hastag #yocreoenRajoy. Ver sumarse a destacados militantes del PP de Marbella a esa consigna desesperada, a ese reclamo de fidelidad incondicional, de lealtad impermeable a los datos y sorda a las informaciones resultó tan sorprendente como doloroso. Sin embargo, la intención de que los  los votantes, los simpatizantes, los afiliados sin cargo se sumaran a esa manifestación de fe casi religiosa, como si un partido político fuese un equipo de fútbol donde la lealtad a los colores es incapaz de discernir acerca de merecimientos, cayó en saco roto. El PP no es el Real Madrid.
Tampoco tuvo éxito la estrategia de lavar culpas propias en vergüenzas ajenas. El argumento del ‘tú más’,  al mismo tiempo que agita a los convencidos profundiza el desapego de los ciudadanos de a pie.
Afortunadamente no es España un país donde la corrupción de alto nivel haya alcanzado la calle. A diferencia de otros países con los que compartimos idioma, aquí no ha salpicado al guardia de tráfico, al inspector municipal o al taquillero que reserva las mejores entradas para quien se acerca escondiendo un billete. Pera hacia allí vamos inexorablemente si la gente pierde la confianza en el sistema de convivencia y se queda sin un espejo ejemplar en el que mirarse. Parafraseando a Rajoy, nadie quiere un país así para sus hijos.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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