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Héctor Barbotta

Marbella blog

Pacto por el sol

Es una suerte tener la seguridad de que una vez que pase la tormenta –la meteorológica que sufrimos estos días, no la otra- el sol volverá a brillar. Que antes o después, los turistas que lleguen a estas costas se encontrarán con algo que en sus lugares de origen es una excepción y por aquí, la norma, lo que vivimos más de 300 días al año.
Es una suerte que sea la naturaleza la que se ocupa de que el sol aparezca casi a diario, y que su encendido no dependa de unos presupuestos municipales, de un acuerdo entre administraciones de distinto signo, de que un consejero disponga de partida o de que un ministro considere que la principal industria de este país necesita de estímulo para que la maquinaria funcione.
Si el sol dependiese de una gestión institucional es probable que en los ayuntamientos existiese un concejal de Sol (con su correspondiente director de área), en mancomunidades y diputaciones, delegados de Sol; en cada autonomía, un director general de Sol adscrito a la Consejería de Medio Ambiente; en la Administración central, una Secretaría de Estado de Sol y por aquí, posiblemente, hasta una Agencia Andaluza del Sol.
Afortunadamente no es así, pero si el sol requiriese de gestión política tendría transferidas las competencias a la Comunidad Autónoma, aunque el Estado podría haberse reservado su parte, y ante el primer problema tendríamos al consejero correspondiente echándole la culpa al Gobierno, al ministro recordando que en los años de bonanza había autonomías que se dejaban encendido el sol por las noches y a cada ayuntamiento responsabilizando a la Junta o al Gobierno de la escasa potencia de los rayos según en qué administración estuviesen amigos o adversarios. Eso sí, cada tanto se convocaría a partidos, sindicatos y fuerzas sociales a un ineludible Pacto por el Sol.
El sol sale solo todas las mañanas, pero de no ser así ya estaríamos escuchando que aunque la industria turística dependa de ello unos rayos no pueden condicionar el rigor presupuestario y por lo tanto habría que buscar fórmulas que en ningún caso pusieran en peligro el objetivo de déficit. Y no faltaría la investigación judicial sobre el destino de los fondos que los presupuestos reservaban al mantenimiento del sol y que acabaron escondidos en un paraíso fiscal o gastados en un club de alterne.
Si hubiese que encender el sol todos los días y darle más potencia en verano llevaríamos décadas preguntándonos por qué los rayos ya no son tan enérgicos como antes, haciendo chapuzas cada año en lugar de realizar una inversión decisiva de una vez para solucionar el problema y añorando aquella época en la que se nos conocía como la Costa del Sol. Afortunadamente no sucede nada de esto porque el sol tiene a bien salir éll solito todos los días.
Nuestra economía está basada en dos pilares: el sol y las playas. Con las playas no tenemos tanta suerte como con el sol.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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