Ha tenido que llegarse al punto de que la Junta iniciase el expediente para rescatar la concesión del puerto de La Bajadilla para que se tuviera cabal conocimiento de cuál era el motivo que había llevado al jeque Al-Thani a saltarse todos y cada uno de los compromisos adquiridos al firmar el contrato para la ampliación del recinto: las condiciones sobre las que ganó el concurso se han modificado y ya no le ve color al proyecto.
Con los mensajes emitidos en Twitter durante la tarde del viernes, Al-Thani sugirió que se siente engañado, pero lo que exhibe con su comportamiento es un total desconocimiento acerca de cómo funcionan las instituciones en este país. Leer sus tuits invita a pensar que quien le asesoró a la hora de comprometerse en el proyecto es el mismo que le recomendó a su profesor de inglés. No deja de sorprender que alguien comprometa una inversión que quita el aliento sin un conocimiento previo de los mecanismos administrativos en los que va a jugarse los cuartos.
Puede ser que el jeque tenga derecho a pensar que alguien quiso engañarlo a sabiendas, pero solo con analizar cómo fue el proceso se entiende que seguramente no hay mala fe, sino un funcionamiento de las instituciones a la que los españoles podemos estar acostumbrados, pero que resultan incomprensibles para quien viene de una cultura donde la única norma a cumplir es la voluntad del emir, y donde el concepto ‘conflicto de competencias’ no existe porque no hay más autoridad competente que una.
El proyecto de Al-Thani fue aprobado por la Junta con más de 40.000 metros para uso comercial y un hotel de 200 habitaciones en el recinto portuario, pero como la zona de adscripción de aguas que requería su proyecto excedía la prevista en el proyecto básico con el que se convocó el concurso, la Junta de Andalucía tuvo que pedir una ampliación a la Administración central. Cuando con ese motivo se envió el proyecto al Gobierno, desde el Ministerio de Medio Ambiente se advirtió de que la norma no permite el hotel, para el que es necesaria una autorización específica por parte del Consejo de Ministros.
No se trata de un escollo insalvable, aunque para superarlo es necesaria una tramitación que requiere que el proyecto se ponga en marcha. No se puede pedir un permiso si la sociedad que debe hacerlo no está ni siquiera constituida. Pero Al-Thani, como ha quedado de manifiesto, no parece dispuesto a dar ni siquiera ese paso si antes no le garantizan el hotel. El proyecto ha entrado en una dinámica perversa.
Podrá discutirse si la Junta tenía un camino diferente a abrir el proceso para resolver el contrato –ahí está la ampliación del Hospital Costa del Sol, dos años paralizada y sin expediente a la vista–, e incluso si algo ha tenido que ver a que a Izquierda Unida, fuerza que dirige la Consejería de Fomento, nunca le gustó el modelo. Pero no deja de ser cierto que durante el último año el jeque no dio ningún argumento que armara a quienes defienden su proyecto. Hasta su aparición en Twitter de la semana pasada ha estado desaparecido.
Ahora, ya con el expediente abierto y el reloj de la cuenta regresiva en marcha, la pelota sigue en su tejado. O alguien lo convence de que mueva ficha o Marbella ya puede irse despidiendo del proyecto que tanto la ilusionó.