Los bancos no son las únicas entidades en las que el dinero público ha acudido al rescate. El Gobierno prepara también un fondo para socorrer a las autopistas en peligro de quiebra, que acumulan deudas por 3.500 millones de euros.
El de las autopistas es un negocio curioso. El mejor ejemplo lo tenemos en la Costa del Sol, donde cada vez que comienza el verano se aplica a los usuarios un aumento de casi el 40 por ciento en las tarifas, de modo que recorrer 18 kilómetros entre Marbella y Fuengirola supone desembolsar 7,30 euros, a razón de 40 céntimos cada mil metros. No es necesario comparar esa tarifa con otras para comprobar si es la más cara de Europa. Basta con saber que va más allá de lo que la gran mayoría de los usuarios-ciudadanos-contribuyentes se pueden permitir.
Que la autopista aplique esta subida durante el verano, y también en Semana Santa, solo es comprensible desde la lógica básica de oferta y demanda. Como si se tratase de una heladería, cuando comienza a apretar el calor y llegan los turistas la empresa concesionaria considera que su servicio es más demandado, y por lo tanto se puede cobrar más, aunque la prestación sea la misma. Impecable lógica de mercado, no de servicio público.
El resultado es que la mayoría de los conductores, incluidos los que en invierno utilizan la vía de pago, optan por regresar a la vieja autovía, salpicada de entradas y salidas de urbanizaciones y en la que hace dos años Tráfico impuso el límite de 80 kilómetros por hora, no se sabe si en un reconocimiento explícito de su peligrosidad o como sutil invitación a pasar por taquilla.
La concesión de la que disfruta la empresa gestora de la autopista es producto de que hace 15 años se hizo una inversión para reducir la siniestralidad, mejorar las comunicaciones en la provincia, favorecer la vida de los ciudadanos y beneficiar al turismo. Ahora cabe preguntarse para qué se construyó la autopista si en la carretera antigua siguen habiendo atascos, retenciones y accidentes porque la tarifa es excesiva. Pocos por arriba, rápido; muchos por abajo, despacio. Mejor no extrapolar la alegoría.
Si la autopista solo fuese un negocio habría que preguntarse cuánto paga la concesionaria por las recomendaciones en las señales indicadoras de Tráfico que aconsejan a los conductores ir por la vía de pago con mensajes que advierten de que es más rápido y más seguro, pero que evitan informar de cuánto le costará al conductor ir más rápido y más seguro.
Es probable que la concesionaria haya hecho sus estudios de mercado y le compensen menos vehículos que paguen más y no más vehículos que paguen menos. Y si no le compensa y acaba quebrando, ya aparecerá el Estado al rescate con el dinero de todos. Incluido el de quienes no se pueden permitir pagar el peaje.