Que el espacio político y la calidad democrática están deteriorados hasta límites cuyo alcance produce vértigo asumir es una evidencia que se consolida día tras día, y esta semana hemos tenido alguna prueba más.
El PSOE andaluz convocó primarias para elegir a su candidato a las elecciones autonómicas, y el proceso ha finalizado antes de comenzar. Solo la aspirante oficial, Susana Díaz, consiguió los avales necesarios, de modo que las elecciones primarias se han resuelto sin elecciones primarias.
Los dirigentes socialistas, que presentaron el proceso como una muestra de su afán de renovación, de transparencia y de democracia interna, acabaron celebrando que no haya habido primarias, que es como celebrar que no haya habido ni renovación, ni transparencia, ni democracia interna.
Convertir una competencia por atraer votos en una carrera por obtener avales donde la delfín tiene el camino allanado y los contrincantes corren con obstáculos puede presentarse como cada uno quiera, pero no es una práctica democrática. Tampoco muestra intención alguna de darle la palabra a los afiliados, y menos aún de apertura a la sociedad. Primero porque no todos los aspirantes estaban en igualdad de condiciones, y sobre todo porque la firma de un aval carece del carácter secreto y ausente de presiones que constituye depositar un voto en una urna. Sobre todo en una organización que hace de la colocación en las instituciones que gobierna un resorte básico de poder interno. El proceso no fue un ejercicio de libertad, sino todo lo contrario.
El PSOE de Marbella se apuntó con entusiasmo. Sus dirigentes no disimularon su ansiedad por mostrar méritos ante la nueva jefa y exhibieron un desinterés absoluto por dar un solo argumento que permitiera a sus conciudadanos comprender por qué se adherían a una candidatura y no a otra.
El debate de ideas, de proyecto o de modelo de partido que pudiese haberse derivado de una confrontación electoral fue abortado por la imposibilidad de los otros candidatos a acudir a las urnas. Que se haya celebrado que esa confrontación no fuera posible invita a pensar que no había muchas ideas por confrontar, que existía incertidumbre sobre el resultado de unas elecciones limpias y poco interés en ir más allá de un microclima interno que puede funcionar muy bien puertas adentro pero que acentúa el abismo creciente entre los partidos y la sociedad a la que aspiran a representar.
Que dirigentes políticos celebren que no se desempolven las urnas de su partido es algo que ciertamente produce inquietud. Y seguramente ha dado un baño de realidad a los afiliados y simpatizantes socialistas que albergaran alguna expectativa de elecciones primarias para elegir a su próximo candidato a la alcaldía.