Es posible que en el Ministerio de Hacienda no se haya valorado suficientemente qué conclusiones se pueden sacar de algunos aspectos de la mal llamada reforma fiscal anunciada para el próximo ejercicio electoral si se la relaciona con la campaña publicitaria puesta en marcha para estos días en la que se recuerda con acierto que evasión equivale a menos hospitales, menos carreteras y menos colegios.
La campaña está bien y posiblemente valga para animar al personal a entregar su declaración de la renta sin tomar en cuenta que además de hospitales, carreteras y colegios está financiando con su esfuerzo una flota desproporcionada de coches oficiales, sueldos de una buena caterva de enchufados y dietas de la mayor nómina de aforados que conoce el mundo occidental. Pero seguramente no es oportuna en un momento en el que se anuncia una reforma fiscal que no prevé ni una sola medida contra el fraude y que compensa la rebaja en el tipo a las rentas más bajas con una rebaja sensiblemente mayor, en términos absolutos, para un sector de la población que no es precisamente el que está demandando que los comedores escolares permanezcan abiertos durante todo el verano.
Hacienda ha anunciado que los impuestos bajarán para todos, pero cualquiera que sepa cómo funciona la economía sabe que éste es un juego donde el ‘todos ganan’ no existe. De poco va a valer pagar menos de IRPF si el equilibrio fiscal obliga después a rascarse el bolsillo para pagar por servicios públicos que ya no se podrán financiar. Quienes no se ven obligados a usar esos servicios pero sí tendrán rebajas de tipos son los que ganarán en serio. Todos los demás perderán por un lado lo que ganen por el otro.
Cuando se quiere agradar a todos se acaba defraudando a la mayoría, y posiblemente por eso Montoro ha decidido saltarse la promesa de incluir en la reforma medidas fiscales que permitan a la Costa del Sol y al resto de los destinos turísticos españoles atraer turismo residencial en forma de inversores, empresarios y pensionistas de alto standing.
Ya no es solo Londres. Portugal y Malta han tomado la delantera en ese sector y hay una legión de residentes extranjeros que ya están comprobando que en el Algarve posiblemente no se viva tan bien como en la Costa del Sol, pero se paga mucho menos a la hacienda pública.
Seguramente el ministro o alguno de sus asesores haya pensado que hacerle caso a los expertos a los que él mismo pidió opinión y privilegiar a la industria del turismo residencial puede dar la imagen de que se está favoreciendo a los ricos que podrían venir. Y no es cuestión de transmitir ese mensaje cuando se está favoreciendo con descaro y sin complejos a los ricos que ya están.