Buena parte de los vecinos de Marbella está que trina. Después de que el rey saliente dejara el trono sin hacer nada que desmintiera a quienes aseguraban que sufría algo parecido a la alergia a que se lo viera por Marbella, se esperaba que el nuevo monarca abriera una nueva época con una visita, oficial o no, a la perla de la Costa del Sol en cuanto se presentara la primera oportunidad. Por eso ha habido algo más que desazón tras conocerse que el foro Estados Unidos-España, que se celebrará durante este semana en el hotel Don Carlos, tendrá un único acto fuera de Marbella: la cena inaugural, que se hará en Málaga. Precisamente el acto al que asistirán los reyes.
Por ello no ha faltado quien ha visto en esta circunstancia una línea de continuidad con los gestos desconsiderados del rey saliente que han quedado para la historia, como las visitas secretas sin focos ni cámaras al rey Fahd en su palacio de la Milla de Oro o el episodio con Michelle Obama, cuando la Casa Real violentó el protocolo e hizo viajar a la primera dama norteamericana desde la Costa del Sol, donde pasaba sus vacaciones, a Palma de Mallorca para entrevistarse ahí con Juan Carlos, el monarca que veraneaba todos los años en Mallorca y que culminó su reinado sin una sola visita oficial a Marbella.
Por eso ante la presencia de mañana de los reyes en Málaga, en Marbella se ha recordado este desencuentro: ¿Por qué un evento que se celebra en Marbella organiza su único acto con presencia real en la capital de la provincia?
Sin embargo, el acto de este viernes no podrá sumarse a la lista de agravios protocolarios, ni puede decirse que a Marbella le haya sido arrebatado un acto con presencia real. Por el contrario, ha ganado un evento de primer nivel internacional que en principio había sido conseguido por la ciudad de Málaga. Quienes han estado cerca de la génesis del foro revelan que fue el empeño del alcalde de la capital de la provincia, Francisco de la Torre, el que consiguió traerse el encuentro hispano-norteamericano, y que ese triunfo estuvo a punto de convertirse en sonora derrota cuando los organizadores no encontraron en Málaga oferta hotelera de calidad suficiente que cubriera sus expectativas. Fue entonces cuando se recurrió a Marbella y su infraestructura turística para que el evento no se perdiera, y Málaga conservó el acto de mayor repercusión mediática y con presencia de los reyes.
Una situación que, en suma, permite mantener el crédito abierto para el monarca que está dando sus primeros pasos y alienta sobre todo a trabajar más en la línea de la colaboración fructífera entre las dos principales ciudades de la provincia, lejos del fomento de agravios absurdos.