Si no fuese porque en el fondo supone toda una metáfora de lo que sucede el resto del año, durante estos días de campaña resultaría divertido observar los malabares dialécticos que los partidos políticos y sus dirigentes realizan para lanzar mensajes que no resulten contradictorios con sus acciones; y también el interés que se toman en realizar en unos pocos días lo que no se hizo en cuatro años anteriores, como si confiaran en que entre tantas preocupaciones por llegar a fin de mes, por no perder el trabajo quien lo tenga o por conseguir que los atienda un especialista después de meses en la lista de espera, los ciudadanos no tuviesen capacidad o interés en realizar el saludable ejercicio mental de la memoria.
La semana pasada comenzó la campaña electoral y en Marbella la tradicional pegada de carteles fue virtual. El equipo de gobierno municipal decidió que la propaganda electoral afea el paisaje y que es más moderno, innovador y ‘cool’ que la cartelería sólo pueda exponerse en los 13 paneles electrónicos salpicados por la ciudad. Es un criterio, bueno para unos y malo para otros, pero un criterio. Algunos partidos pusieron el grito en el cielo por esta decisión, que ha sido avalada por la Junta Electoral, y otros ni se dieron por aludidos, sabiendo que su estrategia de comunicación circula por las redes del siglo XXI y no por la liturgia política heredada del XIX.
Al mismo tiempo que imponía este nuevo criterio, el Ayuntamiento sembraba de vallas todas las parcelas municipales que han sido ofrecidas a la Junta de Andalucía para que realice las innumerables obras que tiene pendientes en la ciudad: centros de salud, colegios, institutos y dotaciones varias. Esta iniciativa tampoco es censurable en sí misma, aunque ni siquiera desde la más infantil ingenuidad podría dudarse de la intencionalidad electoral que la alimenta. Las parcelas llevan años a disposición de la Junta, pero sólo ahora, a semanas de las elecciones, el Ayuntamiento considera oportuno informarle de la situación a los ciudadanos. No asombra el oportunismo –sorprendería lo contrario–, sino la facilidad con la que se salta de un criterio a otro. Para poner colorados a los responsables de la Junta –en el caso de que tal cosa fuese posible– sí parece apropiada la cartelería tradicional. ¿Por qué no informar a los ciudadanos de los incumplimientos del gobierno andaluz con Marbella a través de las infoterminales sin tan apropiados son para los tiempos que corren?
Pero el asunto carteles no acaba ahí. Porque más recientemente han aparecido salpicadas por diferentes puntos de la ciudad otras vallas en las que se transmite un mensaje anónimo que completa al institucional de las parcelas. Censurablemente sin firma y sobre un fondo negro, apenas expresan ‘PSOE no quiere Marbella’. ¿Para esto tampoco valían las vallas electrónicas o es que lo de la modernidad es una excusa para que no todos jueguen en las mismas condiciones? Los socialistas recogieron el guante, y el viernes los carteles amanecieron con el ‘no’ tachado. Como los carteles no llevaban firma nadie podrá presentarse como víctima de una acción vandálica. Todo muy edificante. Y no muy moderno, la verdad.
Los malabares dialécticos no se han reducido a propaganda con métodos del XIX o del XXI. Esta semana se han visto varios ejemplos de cómo conviene afrontar una campaña electoral si se lleva más de 30 años gobernando: simulando que nunca se ha estado por ahí.
Recientemente, el PSOE reprochó al PP su aparente falta de interés en la educación pública por no incluir a Marbella entre los municipios de la provincia donde se debían construir nuevos colegios. Cabría pensar que si la Junta tampoco ha hecho ningún nuevo colegio desde que el Vargas Llosa eliminó los barracones es porque esa falta de interés es, al menos, compartida.
El comportamiento de algunos políticos en campaña invita a cuestionarse si realmente les gusta ganar elecciones y ser gobierno o si se sienten más cómodos en la oposición, aunque a partir de algunas consideraciones que se escuchan lo realmente cómodo debe ser estar el poder y hablar como si se estuviera en la oposición. Vale para los colegios de Marbella y también para el tren litoral.
Después de que la ministra de Fomento comunicara que existen cinco posibles alternativas de trazado, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, mostró toda su incredulidad. Como si las promesas, anuncios y, debe decirse, mentiras que Chaves, Griñán, Magdalena Álvarez, Concepción Gutiérrez y José Blanco hicieron durante los últimos 15 años sobre este tema no fueran con ella. «Esperemos que esta vez vaya en serio», dijo. Esperemos.