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Héctor Barbotta

Marbella blog

Elecciones autonómicas y después

LA secuencia electoral, con la circunstancia atípica de dos convocatorias prácticamente seguidas, ha llevado a que se viviera una semana postelectoral también atípica. Frente a las experiencias donde a los resultados del domingo por la noche le seguía una semana de calculadoras y reflexiones, en esta ocasión el tiempo dedicado a hacer cuentas ha superado rotundamente al destinado a reflexionar, según se desprende de los comentarios y declaraciones escuchados durante los escasos días transcurridos desde la celebración de las elecciones autonómicas. La calculadora ha llevado a concluir que dentro de ocho semanas el PP perderá la mayoría absoluta y bajará de 15 a diez concejales, que el PSOE subirá de siete a nueve, que Podemos, con su marca municipal, tendrá cuatro, que Ciudadanos irrumpirá con tres y que Izquierda Unida conservará sólo uno de sus dos concejales. En todo caso las especulaciones alcanzaron a preguntarse a quién le quitará ediles Opción Sampedreña para repetir su presencia en el Ayuntamiento, y por lo tanto cómo se modificará el reparto que surge de la extrapolación de los datos del pasado domingo. Este ejercicio de política-ficción ha tenido dos sustentos importantes: el repetido argumento de que la mejor encuesta es la de las urnas y el número de votos depositados el pasado domingo en Marbella: 46.532, un número asombrosamente cercano a los 46.617 de las elecciones municipales de hace cuatro años. La semejanza podría invitar a pensar que quienes votaron el pasado domingo son los mismos que lo harán el 24 de mayo, y por lo tanto que el resultado no diferirá demasiado. A pesar de esta coincidencia numérica, es evidente que resulta apresurado atribuir concejales a partir del resultado de unas elecciones convocadas para algo muy diferente. Sin embargo, hay tendencias que deberían ser tomadas en consideración, y por ello son entendibles los gestos de preocupación que en estos días adornan los rostros en el equipo de gobierno municipal. En primer lugar, porque el PP ha sido el gran derrotado el pasado domingo, por la evidente existencia de una vía de agua en el partido del Gobierno que hunde sus motivos, precisamente en el desgaste por la acción del propio gobierno. No hay miembro del Partido Popular con el que se hable en estos días que no mencione como un error de grueso calibre la continua presencia de Mariano Rajoy en la campaña para las elecciones andaluzas. Y cuando el presidente del Gobierno y principal líder del partido no es un activo, sino un lastre, el problema es mayúsculo. Y además se trata de un problema que no se resolverá antes de las municipales, primero porque Rajoy, según su costumbre de ignorar los problemas, no lo ve, y segundo porque ya prepara un tour para pasearse por todas las plazas electorales. No es difícil imaginar a Ángeles Muñoz y los suyos encendiendo velas para que el presidente del Gobierno y sus ministros excluyan a Marbella de su programación de campaña. No será fácil. Marbella es un sitio atractivo, a muchos de ellos les apasiona la ciudad y ya entrados en primavera entran ganas de venir. Ciudadanos ha sido la gran sorpresa de las andaluzas y una de las principales incógnitas de las municipales. De momento es un partido al que no se le conoce programa ni se le reconoce ideología, más allá de su oposición en Cataluña a las veleidades secesionistas. La misma postura firme, por cierto, que expresó Susana Díaz desde su llegada a la cúpula del PSOE andaluz y que tanta simpatía despertó también en la prensa más conservadora de Madrid, que lleva meses destacando la altura estatal de la candidata socialista. No deja de ser una paradoja que el PP resulte fagocitado por actores de un conflicto, el catalán, que él mismo atizó durante años con fines precisamente electorales. Hay quienes atribuyen la debacle del PP a la mera presencia de Ciudadanos. Cada uno se engaña a sí mismo como prefiere, pero Ciudadanos no ha sido causa, sino consecuencia. No es la enfermedad, sino el síntoma. El instrumento que los votantes populares descontentos por múltiples motivos que van desde los impuestos hasta la corrupción, encontraron para manifestar su disgusto sin pasar por el trance de tener que dar su apoyo a Podemos para que el enfado quedara claro. La formación de Albert Rivera se ha convertido ahora en una marca por la que seguramente muchos de los que en el PP llaman ‘nuestros cabreados’ lucharán por hacerse, como quien compra un local y contrata con Burger King la instalación de una franquicia. Hay incluso quien ante el ninguneo de la débil estructura local ha llevado sus gestiones a otras latitudes, concretamente a Barcelona. Pero haría mal el PP en encomendar su suerte electoral al desconocimiento o a la falta de predicamento en la ciudad de quien finalmente se presente por Ciudadanos. Su tarea es trabajar el tiempo que queda para intentar recuperar a esos votantes. Las elecciones del domingo demostraron que a quien quiera expresar desacuerdos le sobran instrumentos para hacerlo. Si no es uno siempre puede ser otro. Las elecciones del domingo, con la dispersión del voto opositor, convirtieron a Susana Díaz en la gran triunfadora. Pero posiblemente se haya magnificado la dimensión de ese triunfo. Después de una primera lectura, las dificultades que se está encontrando la presidenta para conseguir una investidura rápida están poniendo las cosas en su sitio. El PSOE perdió más de 120.000 votos y cerró el peor resultado de su historia. Un peor resultado que firmaría cualquiera de sus adversarios, pero que es necesario poner en su contexto a la hora de proyectar sobre las elecciones de mayo. Los socialistas, que en las europeas del año pasado ganaron en Marbella después de diez años, han vuelto a perder. Esta vez frente a un PP en pleno retroceso y a pesar de cosechar un resultado en San Pedro que difícilmente repetirán cuando en las municipales sí aparezca la papeleta de Opción Sampedreña. No obstante, el impulso moral que supone haber retenido sin sobresaltos el gobierno andaluz y advertir las dificultades que se le aparecen al PP para repetir mayoría absoluta no es un factor desdeñable a tan pocas semanas de la nueva cita con las urnas. Las elecciones han desvelado un claro corrimiento hacia la izquierda del electorado, pero la aparición de nuevos actores no permite dar por hecho un eventual pacto de gobierno para desbancar al PP que sería más que previsible si la nueva mayoría estuviese formada sólo por los tres grupos que integran actualmente la oposición. Primero, porque después de su experiencia en el Gobierno andaluz y los resultados obtenidos el pasado domingo no está claro que en Izquierda Unida sigan apostando a ciegas por pactos con el PSOE. El candidato de IU, Miguel Díaz, dijo esta semana en una entrevista en la cadena Ser ya con los resultados de las andaluzas sobre la mesa que se equivoca quien crea que se presenta a las elecciones para hacer alcalde a José Bernal. En segundo lugar, porque lo que pase en Marbella estará muy condicionado por los posibles pactos en la Diputación, en la Mancomunidad y en otras alcaldías, cuestiones muy difíciles de prever en una situación tan volátil como la presente. Y también porque en Podemos, donde hay mucho del electorado que IU quiere recuperar, no hay precisamente predisposición a dar agua al PSOE. El hecho de que Podemos haya triplicado en Marbella los votos conseguidos cuando apareció por primera vez en las europeas de mayo y el músculo que mostró la organización durante la jornada electoral, con apoderados en todas las mesas, demuestra que no se trata de un fenómeno pasajero. Con la marca y el candidato ya decididos –acudirán a los comicios como Sí Puede–, estamos ante un nuevo protagonista, también de la política local. Cómo influirá su presencia en el comportamiento de los votantes de otros partidos –si seguirá limando el cuerpo electoral de PSOE e IU y si su sola presencia amedrentará a los votantes del PP y los animará a no abandonar a ese partido– es algo que también se verá en las próximas elecciones. Podría pensarse que falta muy poco, pero en una situación tan volátil y de cambios continuos, ocho semanas pueden ser mucho tiempo.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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