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Héctor Barbotta

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El parlamentario andaluz por el PSOE de Sevilla Carmelo Gómez, de quien no se puede decir que no sea una persona cercanísima a la presidenta de la Junta de Andalucía, acaba de ser señalado por el fiscal del caso Mercasevilla como uno de quienes cobró de las empresas de Juan Lanzas. En sentido estricto era un asalariado, aunque no hay que dejarse llevar por la literalidad que a veces conduce a equívocos. Por lo general quienes perciben un salario lo hacen en retribución por un trabajo. A Gómez le pagaban por otro motivo, que se desconoce, porque a trabajar no iba, según el fiscal. De momento no se han escuchado explicaciones convincentes.
El diputado provincial por el PSOE en Málaga Luis Guerrero figuraba en el organigrama de la Junta de Andalucía, cuya nómina de altos cargos sigue siendo un secreto mejor guardado que el de los confidentes del CNI, como director del Centro Andaluz del Flamenco. Guerrero no sabía ni dónde estaba la sede de este organismo. Es más, también ignoraba que el sueldo que le ingresaban todos los meses provenía de esa responsabilidad nunca ejercida. El ahora diputado suponía que le pagaban por estar al frente del Centro Andaluz de las Letras, aunque tanto él como los funcionarios que sí trabajan ahí con un horario y esas cosas que a uno suelen exigirle cuando le pagan un salario sospechaban que ese cargo era sólo una coartada. Ahora se ha sabido que hasta la coartada era falsa.
En Marbella ha habido cambio de gobierno en el Ayuntamiento y a los nuevos regidores les ha dado por revisar las facturas de teléfono. Así es como hemos sabido que la anterior alcaldesa tenía cinco líneas de teléfono a su nombre, para lo cual posiblemente exista una explicación que estaría bien escuchar, y que la presidenta de Nuevas Generaciones, Melania Leiva, que no tenía cargo ni relación alguna con el Ayuntamiento, contaba a su disposición con un teléfono móvil del área de Juventud. Que la gran parte de las llamadas desde ese teléfono fueran al número de su novio y que otra buena cantidad se realizara en los dos días previos a las elecciones municipales explica en qué se gastó el dinero de los vecinos de Marbella, aunque ello no puede considerarse en sí mismo una explicación.
Los casos de corrupción, grande, mediana y pequeña, posiblemente hayan existido siempre, pero lo que es nuevo es la exposición de un cierto hartazgo en la ciudadanía. No es que haya una disposición decidida a echar a los sinvergüenzas de la vida política –de hecho algunos siguen ganando elecciones– pero posiblemente no haya mucha gente dispuesta a que le sigan tomando el pelo. Pero ellos siguen. Inasequibles al desaliento.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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