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Héctor Barbotta

Marbella blog

Mala noticia

El año acabó con los hoteles de Marbella y de toda la Costa del Sol llenos al 90 por ciento y no podemos estar seguros de que ello sea una buena noticia.
2015 ha estado salpicado de noticias terribles: la violencia contra las mujeres ha seguido ramplante, empeñada en ignorar las soluciones que sin ningún éxito se ensayan desde las instituciones y ajena a la concienciación sobre esa lacra que supuestamente ha desarrollado la mayor parte de la sociedad; los refugiados de la guerra siria, cuyo origen deberíamos rastrear para encontrar sin grandes dificultades nuestra cuota de responsabilidad en la tragedia, nos han puesto a prueba, como país y como miembros de la sociedad occidental, y hemos estado muy lejos de superar con dignidad esa prueba; desde París hasta Afganistán hemos vuelto a comprobar que no hay rincón en el mundo a salvo del fanatismo; la pobreza y la desigualdad han seguido creciendo como para alejarnos todavía más de esos países que siempre ponemos como ejemplo y a los que nos gustaría parecernos, y para acabar el año hemos tenido unas elecciones que han arrojado un mandato de diálogo y entendimiento que ningún dirigente con responsabilidad parece de momento con capacidad y responsabilidad suficientes para comprender.
Sin embargo, posiblemente la peor noticia del año esté en esos hoteles de la Costa del Sol que acabaron el año casi llenos.
Quienes tuvimos una niñez en la que era imposible imaginar un teléfono sin cable y que fuera contigo a todas partes o una televisión con decenas de canales a veces vivimos la sensación de que hemos llegado al futuro. Cualquiera que tome distancia con los instrumentos y los conceptos que han cambiado nuestra vida podría razonar que el porvenir era esto. ‘Regreso al futuro’, que imaginó hace 30 años un 2015 de ciencia ficción, se quedó corta en la mayoría de sus previsiones. Estábamos convencidos de que el futuro, como el horizonte, nunca se alcanza, pero cuidado que ya puede estar aquí.
Durante años hemos sido advertidos de que si no se cambiaba de hábitos el planeta se recalentaría, los polos se derretirían, habría migraciones masivas impulsadas por la falta de agua e iríamos directo a la catástrofe. Estas navidades de temperaturas templadas, con hoteles llenos en la Costa del Sol y vacíos en Sierra Nevada por la falta de nieve y con las bufandas y los guantes alimentando a las polillas en los armarios, probablemente nos estén advirtiendo de que efectivamente hemos llegado al futuro. Y que si no torcemo el rumbo lo que nos espera más allá no será un sitio al que nos gustará llegar. Ya no hay duda de hacia dónde nos dirigimos. Sólo nos queda saber si estamos a tiempo de cambiar. Deberíamos al menos intentarlo desde el primer día de 2016. Desde ahora mismo.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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