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Héctor Barbotta

Marbella blog

Cobardes

Después de aquellos trágicos años en los que el secuestro de aviones constituía la operatividad habitual de organizaciones terroristas de todo tipo, las democracias alcanzaron un acuerdo que redujo esa práctica a la marginalidad: ningún gobierno negociaría con piratas aéreos. A partir de esa decisión, hacer rehenes a pasajeros se convirtió en el pasaporte seguro a una derrota.
En estos días hemos conocido nuevas y más sofisticadas formas de piratería, una especie de terrorismo judicial. Dos asociaciones cuyo hedor podía ser percibido por cualquier observador más o menos atento eran en realidad organizaciones criminales que vivían del chantaje.
Entre las víctimas de esta actividad se encontraban, según las informaciones de los últimos días, Unicaja y su presidente, Braulio Medel. Según el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, la entidad financiera de Málaga llegó a pagar más de 600.000 euros a estas organizaciones delictivas para acabar con el acoso judicial a su máximo responsable.
Unicaja no fue la única víctima de este accionar mafioso, que al parecer creció gracias a que la mayor parte de los chantajeados cedieron en lugar de denunciar. A nadie se le puede pedir, ni mucho menos obligar, a ser valiente al extremo de la temeridad, pero un mínimo de coraje cívico sí es exigible.
Cuando en Marbella se comenzaron a conocer los detalles de cómo Roca había construido su fortuna exigiendo mordidas a los promotores, algunos empresarios se justificaron en que pagar los sobornos era la única manera que tenían de hacer su trabajo. Con buen criterio el juez los acabó procesando. A veces hacer lo que se debe requiere de cierto coraje, y las actitudes inspiradas en la cobardía o en la comodidad acaban bordeando la complicidad. Ahora comenzamos a conocer hasta dónde había crecido un monstruo que se había convertido en gigante. Lo que no imaginábamos era la pequeñez de sus víctimas.
La cobardía no es exclusiva de banqueros. A veces se aprecia también en quienes se parapetan en la trinchera opuesta. El líder del SAT Diego Cañamero se esconde estos días porque no quiere ir a declarar ante la jueza que ha abierto una causa por uno de los asaltos a los supermercados que lideró para denunciar la situación de precariedad de muchas familias andaluzas. Cañamero dice ahora que la mercancía que se llevó por las bravas fue en realidad una donación del supermercado.
El cinismo y la cobardía no deberían ser la inspiración de un líder político o social. Quien se pone al frente de una acción reivindicativa y de propaganda, como fue aquella, debería tener al menos el coraje de asumir sus consecuencias.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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