Aquellas épocas en las que las noches electorales eran un desfile de comparecencias en las que los candidatos de todos los partidos decían haber ganado -unos por ser los más votados, otros por tener expectativas de gobernar, otros por haber mejorado porcentajes en relación a otras convocatorias, otros por haber superado sus propias expectativas y otros por no haber perdido tanto como se esperaba- parecen haber pasado a la historia. Estos días es difícil encontrar en Marbella a dirigentes de partidos con representación en el Ayuntamiento que no tengan motivos para dibujar un rictus nervioso. Sólo que algunos lo saben disimular mejor que otros.
Cuando el tsunami originado por el terremoto de la crisis económica llegó al sistema político y dio lugar al nacimiento de dos nuevos partidos, uno para intentar representar al movimiento social de protesta de los más afectados, el otro como contracara del anterior, se pudo haber pensado que España estaba en proceso de pasar de un sistema bipartito imperfecto a uno cuatripartito en esencia similar a lo que ya había. Las elecciones autonómicas del pasado domingo parecen señalar que ese proceso de cambio no ha terminado, seguramente porque las consecuencias de la crisis siguen presentes, que darlo ya por cerrado es ciertamente prematuro y que todavía no se puede saber cómo quedará dibujado el mapa definitivo. Vivimos una época interesante.
No es difícil señalar cuáles son las principales conclusiones de la jornada electoral del 2 de diciembre. La primera, y principal, es que ha terminado en Andalucía un ciclo político de casi cuatro décadas. Durante los próximos cuatro años no habrá gobierno socialista en la Comunidad Autónoma y el alcance del cambio que se avecina es aún impredecible. También es impredecible la magnitud del terremoto interno que se avecina en el PSOE de Andalucía, sobre todo cuando muchos de sus cuadros se vean obligados a abandonar los despachos oficiales y vivir una realidad que a la mayoría hasta ahora les es desconocida.
La segunda es el surgimiento electoral de Vox que ha sabido pescar votos en caladeros diversos y capitalizar en su favor descontentos de muy distintos orígenes. Está todavía por ver si será capaz de consolidar ese electorado, pero la perspectiva, si esta formación consigue crear estructuras locales para apuntalar su proyecto, es que la extrema derecha dejará de ser una fuerza marginal en la política española.
La tercera es que uno de los paradigmas de la política electoral que se utilizaba como verdad revelada e incuestionable ha saltado por los aires. Ya no se puede decir que dividir el voto de una opción ideológica la condena al fracaso. El espectro de la derecha, desde su vertiente de fachada más liberal hasta la posición más extrema, ha presentado tres ofertas diferentes y esa posibilidad de recoger apoyos en diferentes sectores es la que le ha permitido ampliar la base electoral y derrotar al otrora granítico PSOE andaluz. Ahora viene la parte más difícil, ponerse de acuerdo para construir una alternativa de gobierno.
La cuarta, mirando a una izquierda lacerada por la abstención, ofrece la lectura opuesta. Ni el PSOE fue capaz de ofrecer a su propio electorado motivos sólidos que justificaran cuatro años más de mandato ni la alianza Podemos-Izquierda Unida ha conseguido siquiera sumar la fuerza electoral previa de ambas formaciones. Podemos, que parece haberse establecido en la comodidad de hacer un discurso dirigido a los ya convencidos, camina firmemente a convertirse en una mera refundación de Izquierda Unida y no en la fuerza de vocación determinante con la que nació hace apenas cuatro años.
¿Cómo deberían leerse estos resultados desde la perspectiva local? Sin duda con preocupación por parte de todas las fuerzas presentes en el Ayuntamiento. Es claro que unas elecciones municipales son muy diferentes a unas autonómicas, pero las tendencias que señalan cualquier comicio, y más en una ciudad como Marbella con un importante sector de la población poco arraigado que vota según marcas electorales y sin conocimiento cercano de los candidatos, no debe despreciarse.
El Partido Popular ha retrocedido, con la pérdida de cinco mil votos en tres años, y está lejos de ser la fuerza hegemónica que era. En estas elecciones quedó por detrás del Partido Socialista, lo que no había sucedido en 2015, y una proyección de asignación de concejales según los resultados del domingo se traduce en la pérdida de la mitad de sus ediles, al pasar de 13 a 7. Suponer que semejante retroceso podría contenerse sólo con la fuerza de su candidata y del balance de gestión que pueda presentarse suena a utopía. Tiene a su favor que el 57 por ciento de los electores se decantaron por opciones de derechas, con sus importantes matices, y la falta de estructura de las dos nuevas fuerzas con las que comparte espacio político, así como el retraso de ambas, tanto de Ciudadanos como de Vox, en la designación de un candidato. Sin embargo todo apunta a que en el salón de plenos del Ayuntamiento habrá nuevas caras hasta ahora desconocidas.
El PSOE, que ha ganado las elecciones en Marbella, lo hace dejándose por el camino 2.500 votos. En unas elecciones, además, donde su electorado suele ser más fiel que en los comicios municipales. Pese a ganar tanto en Marbella como en San Pedro, se convierte en una fuerza de escasa relevancia tanto en Nueva Andalucía como en Las Chapas. En la primera es superado por PP y Ciudadanos y en Las Chapas, por PP, Ciudadanos y Vox. La proyección de asignación de concejalías según el sistema D’Hont le da siete ediles, uno menos de los que cuenta actualmente.
Sin embargo, haber ganado en San Pedro, tras la traumática ruptura con Opción Sampedreña, le puede ofrecer, al mismo tiempo, un motivo para el optimismo de los socialistas y una causa de preocupación para OSP.
A la izquierda del PSOE los motivos de inquietud pueden ser aún mayores. La confluencia de Podemos e Izquierda Unida parece restar más que sumar, lo que puede ser un factor a tener en cuenta a la hora de decidir si se repite la experiencia de Adelante Andalucía.
Pero más allá de las proyecciones siempre imperfectas de los resultados de una elección a otra, está también el factor institucional. Las consecuencias del más futuro recambio al frente de la Junta serán de vital trascendencia en los seis meses que restan hasta las elecciones municipales. Los socialistas perderán su principal sustento institucional y ello los obligará a diseñar nuevas estrategias en un escenario hasta ahora desconocido.
Para el PP, por el contrario, el apoyo de un nuevo presidente de la Junta podrá resultar un argumento electoral de peso, aunque la primera señal de Juanma Moreno no haya ido en esa dirección. El pasado miércoles, en su intervención en el Comité Provincial del Partido Popular, aseguró que cuando sea presidente impulsará la construcción del tercer hospital y del trazado subterráneo del metro hasta el Hospital Civil. Ni una palabra acerca de la ampliación del Hospital Costa del Sol ni del puerto de La Bajadilla. Provincia de Málaga. Comienzo mejorable.