No valen las comparaciones con Coslada o con cualquier otro lugar de España donde los servidores públicos aprovechan el uniforme y la pistola para servirse a sí mismos, ni mucho menos el argumento victimista de que todo lo que pasa en Marbella se magnifica porque es Marbella, pero que en realidad no es para tanto y sucede en otros lados.
No existe conspiración mediática. Lo que existe es un problema que hay que resolver.
Dos policías locales fueron enviados a prisión la semana pasada acusados de delitos gravísimos, la ciudad se colocó otra vez en el primer plano de una película de mafiosos y policías corruptos; y la Policía Local, de nuevo en el centro de la polémica.
Han pasado ya muchos años desde que Jesús Gil decidiera convertir a una institución respetable, o mejor dicho a una parte de ella, en su guardia pretoriana personal y en fuerza de choque para limpiar con métodos execrables lo que consideraba escoria local mientras se afanaba en traer escoria nacional e internacional de desodorante caro y guante blanco. La imagen de dos policías locales de paisano secundando al capo mientras intercambiaba puñetazos con otro impresentable ha pasado a la historia del bochorno de una ciudad entera. Ha transcurrido mucho tiempo, y no es exagerado decir que entre los muchos perjuicios que Gil causó a Marbella, el del descrédito de su policía local no es el menor. En los últimos años, no pocas noticias, parte de esa herencia envenenada, consolidaron con razón la mala fama: la muerte de un vecino mientras era detenido y los avatares judiciales del anterior jefe fueron las más trascendentes.
Este último episodio, que a poco que se van conociendo detalles revela un ambiente sórdido donde la explotación de los seres humanos alcanzaba sus niveles más repudiables y en el que los sujetos encarcelados y varios de sus amiguetes al parecer se movían con comodidad, es una señal de alerta sobre la necesidad de limpiar de una vez y para siempre la institución. El Ayuntamiento ha anunciado la suspensión de los dos imputados, pero posiblemente sea necesario ir más allá. La herencia hay que cargarla en la cuenta de Gil y sus secuaces, pero hacer limpieza es responsabilidad del actual equipo de gobierno. No se puede seguir permitiendo que media docena de sinvergüenzas cubran de basura el trabajo de 400 honestos funcionarios.