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Héctor Barbotta

Marbella blog

Los afectados son otros

La expresión ‘momento histórico’ suele utilizarse para tantos temas menores que cuando el asunto realmente lo merece lo más probable es que esté demasiada gastada como para que tenga algún significado. Cuando además se refiere a un proceso tan largo y con tantas etapas que es difícil recordar en qué momento comenzó, la expresión está tan chamuscada que mejor es dejarla de lado. De modo que esta semana se ha aprobado, provisionalmente, el nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Marbella, pero para referirse al momento en que los concejales del PP y del PSOE levantaron al unísono sus manos, habrá que ahorrarse el adjetivo ‘histórico’.

La travesía que ha tenido que andar la ciudad para remendar la catástrofe del GIL ha sido tan larga y ha estado signada de tantos hitos que en su momento parecieron fundamentales, que lo más probable es que el personal esté hastiado ya de su papel de testigo de una historia memorable. Seguramente exista el deseo generalizado de regresar a una situación de normalidad que no se recuerda, pero cuya principal cualidad era que la mayoría de los vecinos no habían oído hablar en su vida de una disciplina llamada Urbanismo. Ni falta que les hacía. Tuvieron que aprenderla a la fuerza, algunos para entender por qué podían levantarse bloques de cemento que les cortaban las vistas y vejaban su intimidad, y otros para saber por qué el piso que habían comprado con aval municipal corría el riesgo de caer derribado .
El problema es que en un asunto donde circula tanto dinero y en el que los tiburones se mueven con una comodidad que asusta, volver a desentenderse no es seguramente la mejor opción. Habrá que regresar a la normalidad y a la calma. Pero la lección que se ha aprendido es que en el futuro posiblemente sea recomendable imitar al centinela que dormita con un ojo abierto.

La historia va dejando sus huellas. Y las huellas dejan víctimas. El Plan –a cuyo respaldo, para regocijo del consejero de Vivienda, se sumó el PSOE tras un, según aseguran, sosegado debate interno en el que no existieron órdenes superiores– tiene plan. Y el plan es pasar página. El pragmatismo, una vez más, se ha impuesto a la justicia.
Posiblemente ser justos hubiese requerido de una acción contundente que al parecer la ciudad no quería y que con seguridad no ha exigido. Tal reclamo hubiese requerido de una autocrítica que Marbella todavía se debe a sí misma y que posiblemente nunca se haga. La demagogia inherente a la actividad política tal y como se la entiende hoy en día impide decirle a una ciudad entera que se equivocó durante 15 años. Por lo tanto nadie dará el primer paso en la autocrítica. Con lo necesario que sería y lo antipático que resulta decirlo.

Pero si no hay autocrítica, por lo menos no estaría de más un reconocimiento a los afectados por el cemento levantado al amparo de la corrupción que les hurtó, ahora ya sabemos que para siempre, vistas, calidad de vida y valor de sus viviendas.
Ya que hay que pasar página, por lo menos debería admitirse que se trata de un mal menor, no de la panacea, y que se reconozca a los damnificados su condición de tales. Durante meses, los compradores de viviendas ilegales se adjudicaron la condición de ‘afectados por el PGOU’. Hoy, cuando las viviendas ilegales se disponen a dejar de serlo, sabemos que los afectados son otros.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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