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Héctor Barbotta

Marbella blog

Talento y esfuerzo

No se trata de tomar como un éxito colectivo lo que constituye un éxito individual, ni tampoco de que la ciudad se apropie del mérito que corresponde en exclusiva a Dani García, a su equipo y a quienes fueron sus maestros. Pero ello no debe ocultar que la concesión de la segunda estrella Michelin al restaurante Calima supone no sólo un justo reconocimiento a uno de los mayores talentos mundiales de la cocina, sino también un hito para una ciudad que comienza a recuperarse de la larga noche que acabó, es bueno no perder de vista la perspectiva, hace sólo menos de cinco años.
Es posible que el éxito alcanzado por uno de los hijos pródigos de Marbella no sólo tenga el mérito de funcionar como ejemplo y para señalar el camino de tiempos mejores, sino también como paradigma de cómo funcionan las cosas en la ciudad. Un paradigma, también, que revela de quiénes merece la pena esperar algo en el futuro.
El informe de Merco Ciudad que hoy publica este periódico pone de manifiesto la escalada de prestigio que Marbella ha experimentado en el último año. El ranking general de mejores ciudades españolas la encontraba en 2009 en un oscuro cuadragésimo lugar. Ya está en el 24, y subiendo. Hace un año no figuraba en ninguno de los cinco mejores lugares de Andalucía para vivir, estudiar, trabajar, hacer negocios, divertirse o visitar. Hoy aparece en todos.
Es bueno echar la vista atrás para ver qué es lo que ha permitido que la ciudad comience a recuperar su lugar y a quién corresponde atribuirle este progreso.
En primer lugar, es justo reconocer que desde el momento en que Marisol Yagüe salió esposada de su célebre chalé y no volvió a pisar el despacho con vistas a la Plaza de los Naranjos, el Ayuntamiento recuperó la decencia. Primero con la comisión gestora y después con el gobierno elegido en las municipales de 2007. No debe subestimarse el esfuerzo que ha hecho el actual equipo de gobierno, muchas veces no exento de voluntarismo, por comunicar que ésta ya es una ciudad normal y que su vertiente -parcial, minoritaria y muchas veces caricaturizada- de lugar de residencia de ricos de todo el mundo no es incompatible con la inquietud de sus vecinos por el deporte o la cultura, dos aspectos en los que con éxito se ha hecho hincapié desde la gestión municipal.
Pero posiblemente ahí se acabe la aportación de las administraciones públicas a la recuperación de la imagen de Marbella. Desde los malabarismos de la Casa Real para evitar volver a pisar la ciudad, que quedaron en evidencia durante la visita de Michelle Obama, hasta la desafortunada frase de Griñán cuando se vanaglorió en el Parlamento de no venir por aquí, Marbella parece seguir siendo un lugar maldito para los responsables institucionales. El presidente de los empresarios se preguntaba el pasado viernes cuánto hace que un ministro de Turismo no visita la ciudad. Hay que retrotraerse hasta 1994, cuando Gómez Navarro se paseó en el Rolls Royce con Gil. Posiblemente sea lógico pensar que ningún alto responsable político haya querido repetir una imagen tan grotesca. Pero el esperpento se fue camino de Alhaurín hace casi cinco años, y desde entonces la ciudad sigue esperando.
Por eso es oportuno volver al paradigma de Dani García y su segunda estrella Michelin, que hace honor a la tradición de Marbella y al esfuerzo individual sumado de sus emprendedores. No es de las instituciones de quienes cabe esperar que saquen a esta ciudad adelante. Sino del esfuerzo y la perseverancia de sus vecinos. Y de su talento, que esta semana se ha visto, una vez más, reconocido.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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