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Héctor Barbotta

Marbella blog

Más desánimo que indignación

EL PSOE de Marbella celebró el jueves por la noche una asamblea para hacer balance de las elecciones y los escasos 52 militantes que acudieron a la reunión salieron después de tres horas casi igual que como habían entrado. Quienes esperaban una autocrítica del candidato y secretario general, José Bernal, por el hundimiento en las urnas regresaron a sus casas defraudados. Quienes creían que el aspirante derrotado saldría excusado en que la derrota no se circunscribió al ámbito de Marbella y se extendió a todo el territorio nacional, también. Incluso se fueron defraudados quienes esperaban encontrar en la agrupación socialista de Marbella una ola de indignación que sirviera de acicate para comenzar a cambiar el rumbo de esa formación política, que parece caminar resignada hacia un destino inexorable de varios años de oposición. Más que indignación, lo que hubo fue desánimo, lo que no debe invitar a descartar que de aquí en más los descontentos se muevan para intentar engrosar sus hasta ahora insuficientes fuerzas.
La reunión transcurrió por los cauces que cabían esperar: los más críticos con Bernal le exigieron que asumiera responsabilidades por la derrota y por las dimensiones de la misma, con la pérdida de más de cuatro mil votos y tres concejales. Bernal y quienes le apoyan argumentaron que la historia no iba con ellos, que la debacle fue general y que en todo caso hay que pedirle responsabilidades a una señora apellidada Crisis.
Durante tres horas los militantes socialistas discutieron, por momentos sosegadamente, por momentos con intervenciones subidas de tono, para buscarle explicaciones al hundimiento electoral. Unos argumentaban que el candidato se había comportado de manera sectaria dentro de su propio partido, que había permitido que la situación anómala de San Pedro (donde la agrupación lleva dos años disuelta) se eternizara y relegara al PSOE a un inédito tercer lugar en ese núcleo urbano estratégico, que había llevado adelante una campaña en exceso personalista, que no había tenido en cuenta al conjunto de la militancia. Entre estos, el más duro fue el exedil Francisco Zori, que llegó a pedir la dimisión del secretario general.
Los otros, representados sobre todo en la intervención del edil Juan Vílchez, adujeron que Bernal recibió una herencia pesada, que fue el candidato con más apoyo recabado en una asamblea y, sobre todo, que la crisis, que la señora crisis. El propio Bernal fue el más tajante con este argumento, y llegó a calificar de ‘efecto tsunami’ las consecuencias que las políticas de otras administraciones han tenido para el electorado socialista. Una crítica en toda regla a su propio partido.
El doble desánimo de gran parte de la militancia socialista –por los malos resultados y por la incapacidad para comenzar a remontar a partir de una actitud de autocrítica– estaba más que justificado después de que su candidato culpara a los elementos de la magra cosecha electoral, pero no es esa una actitud que quepa reprochar en exclusiva al candidato Bernal. Por el contrario, la crisis económica, que sirvió al Partido Popular como principal argumento electoral antes del 22 de mayo, y en muchos casos como coartada para no explicar qué pensaban hacer si ganaban como lo hicieron, es ahora la coartada a la que los candidatos socialistas derrotados recurren para explicar la debacle. Lo han hecho en todos los rincones de España y también en la ejecutiva provincial de Málaga. Tantos meses insistiendo en que estas eran unas elecciones locales para acabar dando por bueno el argumentario del adversario, que las planteaba como un plebiscito sobre política económica. El argumento lógico de que si el PP consiguió llevar el debate a su terreno es que alguna incapacidad demostraron los candidatos socialistas no se ha asomado al debate postelectoral.
Pero todo esto no debe sorprender porque no es un argumento nuevo. Cuando el PP perdió por sorpresa las elecciones de marzo de 2004 sus principales dirigentes lo achacaron a los atentados perpetrados cuatro días antes en Madrid. No a la gestión que el Gobierno hizo de esos atentados, sino a lo atentados en sí mismos. Ahora, los socialistas recuperan la fórmula. Han perdido no por la gestión que las administraciones socialistas han hecho de la crisis, no por las elección de las políticas para enfrentarla, no por la incapacidad de sus dirigentes para criticar esas políticas si es que no estaban de acuerdo, sino a la crisis en sí misma, que parece haber caído sobre el país como una maldición divina. Es como si el capitán del Titanic echara la culpa al iceberg del hundimiento de la nave, y no a su propia impericia o a su falta de previsión para evitar el accidente.
No hay dudas de que sería una hipocresía ignorar que la gestión de la crisis ha supuesto una losa para todos los candidatos que acudieron a las elecciones bajo las siglas del PSOE. Pero la losa será aún más pesada para los socialistas si ahora sus dirigentes la utilizan como una excusa para eludir el debate sobre sus propios errores.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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