No hay rey sin vasallos, ni capataz sin peones. No se levanta sin cómplices un imperio económico. No se pone al propio servicio una institución pública sin la colaboración activa de algunos y el silencio de otros. Las últimas informaciones han permitido confirmar lo que muchos sospechaban: que la autoridad que Roca ejercía en el Ayuntamiento de Marbella, y especialmente en el área de Urbanismo, no se sustentaba únicamente en el respeto debido a las decisiones del jefe o al temor a perder el trabajo. Los relojes de lujo que caían en Navidad y los sobresueldos injustificados permitieron también construir lealtades y comprar silencios. Una fortuna construida a base de saber repartir migajas. Durante años se hicieron barbaridades en Urbanismo, se destruyó la calidad de vida de la ciudad y quienes tenían acceso a esa información, en las oficinas municipales, callaron con indecencia cuando no colaboraron activamente. Y empezamos a tener pruebas de por qué lo hicieron.
Si antes le tuvieron miedo al capo, ha llegado la hora de que comiencen a temerle a los jueces. Y también al juicio moral de sus vecinos.