Hace ya tiempo que el mundo del fútbol, donde campan personajes que en otros ámbitos jamás podrían gozar de relevancia o prestigio social, dejó de regirse por los parámetros del deporte para hacerlo por los del negocio sin referencias éticas o morales. Por ello no sorprenden las maniobras que se están observando estos días, con la imprescindible colaboración de la servil prensa deportiva de Madrid, para apartar al Málaga del lugar en la competición europea conseguido la temporada anterior y colocar en su lugar a un equipo de los de toda la vida.
Es paradójico, sin embargo, que la sociedad que se encuentra detrás de esta operación sea el Atlético de Madrid, y que la coartada que se utilice sea la deuda del club malagueño, porque si hay que hablar de deudas y del Atlético de Madrid en esta provincia hay mucho que contar.
No es necesario irnos hasta la condena del Tribunal de Cuentas contra los hijos de Jesús Gil, todavía máximos accionistas del club, obligados desde abril del año pasado a devolver al Ayuntamiento de Marbella 100 millones de euros.
Ni tampoco es necesario recordar que Ismael Pérez Peña, uno de los acusados en ‘Malaya’ que ha confesado ante el Tribunal y que fue descubierto por la policía cuando Marisol Yagüe y compañía le amañaban concursos a medida, tenía una de sus oficinas en el estadio Vicente Calderón, o que el actual presidente de la entidad, Enrique Cerezo, recibió del Ayuntamiento de Marbella el 28 de agosto de 1995 un cheque al portador por el equivalente a 30.000 euros cuyo destino nunca fue justificado, según consta en la acusación de la Fiscalía Anticorrupción por el ‘caso Monteverde’.
Tampoco hace falta mencionar el ‘caso Camisetas’, una burda treta para financiar el club con dinero de los vecinos de Marbella, o la artimaña de los herederos de Gil, desvelada por la Audiencia Nacional, que simularon una venta de acciones del Atlético para evitar su embargo por el Ayuntamiento tras la sentencia del ‘caso Saqueo’.
Posiblemente no haga falta aludir a nada de eso y baste con recordar que una deuda de Jesús Gil con la Liga de Fútbol mantiene embargado el suelo donde se asienta el cementerio Virgen de Carmen de Marbella. El ejemplo que mejor ilustra la ausencia de límites de quienes usaron los recursos de una ciudad entera para financiar sus negocio futbolístico y que ahora maniobran en nombre de unos principios de los que no son, precisamente, los exponentes más aventajados.