Cuando en julio de 2009 la ciudad de Marbella se propuso para albergar una eliminatoria de la Copa Davis, tuvo que confrontar su candidatura con otra que presentaba la isla de Mallorca y que estaba financiada por empresarios de la industria turística local.
Finalmente la propuesta impulsada por el Ayuntamiento de Marbella y financiada en su mayor parte con fondos de la entonces Consejería de Turismo y Deportes de la Junta de Andalucía consiguió la aprobación de la Federación de Tenis, pero quedó en el aire qué hubiese pasado si en lugar de contar con fondos públicos de instituciones que por entonces, al inicio de la crisis, todavía se permitían este tipo de alegrías, Marbella hubiese tenido que contraponer a la candidatura de los empresarios baleares una propuesta también impulsada desde el sector privado. La misma incógnita que sobrevuela sobre cuál sería la suerte Patronato de Turismo si no contara con financiación pública.
Más recientemente, invitado por la asociación empresarial de Marbella a participar en un foro, el fundador de Mayoral, el malagueño Rafael Domínguez, evitó con una franqueza poco habitual concluir su intervención con una palmadita en el hombro de sus anfitriones y optó por lanzar una pregunta que por sincera resultó incómoda. ¿Por qué no hay entre las principales cadenas hoteleras de España ni una sola que haya brotado en Marbella?
La pregunta bien podría haber sido extensiva a toda la Costa del Sol. Mientras que el negocio hotelero español nacido al albur del despegue de los años sesenta y que un par de décadas atrás se lanzó con éxito a la conquista del Caribe tiene su origen en las islas Baleares y en las Canarias, la Costa del Sol, con las mismas posibilidades de inicio e idéntica potencialidad de proyección, no fue capaz de transformar ninguno de sus establecimientos originales en un grupo con posibilidades de competir globalmente.
Por el contrario, las grandes cadenas, las españolas y las extranjeras, sí vieron en el litoral de Málaga un campo abonado para ampliar legítimamente su negocio.
Ahora, otro sector clave en la economía de la provincia y de la región, el olivarero, se enfrenta a una ofensiva con la que, legítimamente, el principal competidor de España en mercado del aceite de oliva aspira a quedarse con la porción decisiva en la comercialización del sector. Y cabe esperar que dentro de algunos años no haya un conferenciante franco y sincero que se pregunte por qué, con este mar de olivos que cubre el paisaje desde Sevilla hasta Jaén, el negocio global del aceite habla con acento italiano.