Paulino Plata ha anunciado que se va de Marbella y es difícil encontrar a alguien que vaya a echarlo de menos. Alguno hasta se ha animado a decir que no se va, porque nunca vino.
Es más, quienes mayor entusiasmo han mostrado por la partida han sido sus propios compañeros, que ven en esta salida una oportunidad para reorganizarse y afrontar el futuro.
Los motivos por los que Plata aceptó ser candidato del PSOE en Marbella son de momento un misterio insondable. Nunca llegó a mostrar interés por la ciudad, ni por el partido, ni por ganar las elecciones. Su campaña fue un catálogo de despropósitos y de absurda soberbia. Ni siquiera pareció interesado en preservar el prestigio que lo precedía como un político de proyección y que dilapidó en apenas seis meses.
Su único interés pareció ser pasar factura a quienes lo habían obligado a dejar su cómoda consejería para luchar por la alcaldía. El fin de semana libre que se tomó en plena campaña electoral pasará a los anales del desinterés más absoluto.
Después de las elecciones, la actitud no mejoró. No se recuerda un solo pleno municipal en el que sus compañeros de corporación hayan tenido el privilegio de contar con su presencia hasta el final.
Hasta la forma en que se despidió ilustra con nitidez cómo fue su paso por la ciudad. En cuanto le comunicaron que Chaves había confirmado su marcha en declaraciones formuladas en Málaga, Plata se levantó del asiento que ocupaba en el pleno y abandonó el Ayuntamiento. Sólo volvió (desde la calle) a hacer declaraciones ante los periodistas gracias a la insistencia de su jefa de prensa. Y fue para decir que su marcha no suponía ninguna novedad.
Desde luego que no.
Ahora, sólo falta que despeje la incógnita. ¿Para qué vino?