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Héctor Barbotta

Marbella blog

Encuestas

La Mancomunidad de la Costa del Sol acaba de reformar sus estatutos para suprimir el principio de un municipio un voto con el que se ha regido desde su creación para reemplazarlo por un sistema proporcional en función del número de habitantes. Hay quien sospecha que en ello han tenido mucho que ver las encuestas que vaticinan un cambio de tendencia para las municipales del año que viene. Una motivación parecida a la que ha inspirado el proyectado cambio de la ley electoral con la que se pretende suprimir en los ayuntamientos el principio de la democracia parlamentaria para imponer en su lugar un régimen presidencialista en el que la mayoría, milagros de las matemáticas, se puede alcanzar con menos del 50 por ciento.
Hace ya mucho tiempo que la política dejó de ser aquella actividad en la que un dirigente admitía que si la mayor parte de la sociedad ya no compartía sus principios era mejor comenzar a prepararse para que votaran a otro. Cuando la sociología y la demoscopia irrumpieron en la cotidianidad de los partidos eran un buen instrumento para diseñar estrategias, detectar en qué distrito había que hacer un mayor esfuerzo e incluso adelantarse a los acontecimientos con lecturas anticipadas de las demandas sociales, pero hace ya tiempo que las encuestas aconsejan no en qué momento presentar una proyecto o modular un discurso, sino proclamar unos principios. Marxismo rama Groucho: Tengo estos, pero si los sondeos no me acompañan tengo estos otros.
Ahí tenemos el mal llamado caso Gallardón. Hay quien pueda creer que la adecuación de las iniciativas gubernamentales a lo que dicen las encuestas es la quintaesencia de la democracia, pero ¿quién puede fiarse de quien instala un debate que iguala a las mujeres que abortan poco menos que con asesinos de niños y de un día para otro cambia de opinión porque los sondeos no le acompañan?
Los acontecimientos de los últimos días parecen invitar a a pensar que el diseño de la gran política se hace a partir de sondeos de opinión. Pero si fuera así habría que preguntarse quién le vendió al Gobierno una encuesta de la que salió que esta sociedad demandaba un cambio en la ley del aborto que sólo conformaba a quienes no entienden que sus principios morales o religiosos no pueden regir la vida de los demás como si estuviésemos en Irán o en el califato islámico.
Por ello quizás sea más acertado dejarse llevar por una teoría inspirada en la paranoia conspirativa, y que sugiere que lo sucedido en torno al fallido proyecto no fue más que una maniobra urdida para dejar al desnudo la verdadera naturaleza de Gallardón y destruir su imagen de liberal progresista. Rasputín no lo hubiera hecho mejor.
Gobernar no sobre la base de principios o de programas sino según el vaivén de los sondeos puede entenderse como democrático, una especie de asambleismo ciudadano permanente. Ahora sólo cabe esperar una encuesta sobre la reforma laboral, la subida del IVA o los recortes sanitarios. Pero sobre eso nunca preguntan.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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