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Héctor Barbotta

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Ovación

El auditorio de los foros donde se acude a escuchar a personajes de la política o de la empresa suele estar conformado en su mayoría por invitados de protocolo y una minoría de incondicionales que acuden para completar el aforo. Por ello es habitual que la intervención sea saludada por los aplausos de rigor que raramente exceden los límites de la cortesía.

Por ello, la cerrada ovación que coronó el pasado martes la exposición que el alcalde de Estepona, José María García Urbano, brindó en el hotel NH de Málaga invitado por el foro Nueva Economía puede considerarse fuera de todo antecedente en ese tipo de convocatoria. Es verdad que un análisis sociológico de los asistentes daría en términos generales una audiencia proclive a coincidir propuesta más, propuesta menos, con la intervención del ponente. Pero no es menos cierto que el discurso cuidadosamente elaborado por García Urbano, más que una propuesta era un completo programa político que ponía el dedo sobre la llaga de uno de los incumplimientos más flagrantes de Gobierno del Partido Popular y que más descontentos tiene a sus votantes: la reforma de la administración.

El alcalde propuso una verdadera revolución en los criterios que se aplican en la administración pública para desterrar un concepto nacido de una realidad de hace tres siglos y que ha creado una burocracia que se alimenta a sí misma, que alienta la discrecionalidad y la arbitrariedad y que condena a toda la sociedad a pasar media vida esperando por un papel mientras sus oportunidades se ahogan en la espera.

Se puede o no coincidir con la arriesgada y, debería decirse, valiente propuesta de García Urbano, pero no se le pueden negar al menos dos méritos. El primero es que lo invitaron a hablar en un foro donde podría haberse limitado a repasar los méritos de su mandato, el estado ruinoso en el que recogió al Ayuntamiento de Estepona y las medidas que arbitró para ponerlo en la senda de la coherencia, recoger los aplausos de rigor y marcharse contento. Lejos de eso, decidió ir más allá y exponer sus opiniones acerca de qué habría que hacer para que las cosas, según su entender, funcionen mejor.

El segundo es que metido de lleno en una actividad donde lo que campa es el cinismo, la deshonestidad intelectual y la costumbre de evitar sobresalir por sobre la mediocridad imperante para no incomodar al jefe y no perder sus favores, decidió hacer todo lo contrario. Decir lo que piensa, sobresalir y además hacerlo con un tema incómodo. Solo por eso, y aunque no se coincida en todo lo que dijo, tiene la ovación bien ganada.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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