Son demasiado síntomas, uno detrás de otro, para seguir simulando que no pasa nada. El paisaje durante los días de las compras navideñas no ha sido el mejor, y los comerciantes vaticinan que los cierres de locales superarán el centenar en las próximas semanas. La ciudad no puede permanecer de brazos cruzados mientras las luces del casco histórico se apagan. Está bien reclamar aparcamientos a las autoridades municipales, pero la responsabilidad de que el casco antiguo no languidezca va más allá. También afecta a quienes mantienen la absurda costumbre de cerrar los domingos y convertir en un cementerio el centro de la ciudad, y a quienes proclaman su apego a las tradiciones y al patrimonio histórico de Marbella mientras inculcan en sus hijos el hábito de pasar los fines de semana en un centro comercial.