Sentados disfrutando del sol de octubre en Bar Avelino me recibieron ‘Mi hermano y yo’, formado por Jaime y Marcos Soto. Entre cañas fueron sucediéndose las presentaciones y el mediodía fue dejando paso a la tarde que trajo risas, anécdotas y confesiones. Son dos tipos naturales, sencillos, que aman la música – se han criado con ella – y que su pretensión es, simplemente, disfrutar de ella. Me enseñaron Sevilla, desde su barrio en Heliópolis, el Mercado o el lugar donde se reúnen con sus amigos.
Me hablaron de Lily, del elefante beige, su viaje a la India y de otras muchas experiencias que los definen día a día. Fue una jornada en la que la entrevista acabó convirtiéndose en una charla coloquial, entre amigos, y las guitarras fueron destilando temas propios y hasta melodías improvisadas. El cariño entre ambos se palpa desde el primer minuto, y su complicidad hace que con dos o tres gestos se partan de risa sin apenas decir nada. Son hermanos. Por dentro y por fuera.
Marcos insiste en que vive escuchando grupos europeos, y que le gustaría que su música – la de ambos – se acercara a esa nueva corriente, incluso llegar a crear una novedad dentro de ella. Jaime ha dejado aparcado el fútbol, ya que lo considera incompatible con su nuevo estilo de vida. Sus inquietudes les hacen viajar, hablar con amigos, conmigo, con su familia o con alguien al que acaban de conocer. Se nutren de su ambiente, que me ha quedado más que claro que es el del amor por la música.