A veces, en los medios de comunicación, entre las farragosas noticias sobre economía y los dimes y diretes de los políticos de altura, aparecen relatos que por lo insólito nos hacen pensar ,además de provocarnos la sonrisa placentera. Todavía hay, entre quienes desembocaron en política ya empujados por el mero lucimiento personal, ya para el medro personal, algunos que lo hacen impulsados por la vocación de ayudar a la ciudadanía para solucionar sus problemas y aliviar sus cuitas. Son tan raros estos especímenes que no se duda en darles cabida en los medios informativos para airearlos como casos curiosos, salgo así como el hallazgo de un jabalí de ocho patas o de un pájaro sin pico. Algo anormal,insólito, y por ende, sorprendente.
Viene a cuento este introito porque días atrás se lanzó a los cuatro vientos la notician de tres alcaldes, cuyas actuaciones hablan a las claras de una decidida disposición al servicio público. Oído al parche. El regidor de Sisante, un pequeño pueblo de Cuenca, dedicado a la agricultura, ante la imposibilidad del ayuntamiento de pagar un médico nocturno, no ha dudado en renunciar a su sueldo para lograrlo. Otro, en Torrelodones, municipio del noroeste de la Comunidad de Madrid, que respira el aire beatífico de la sierra de Giuadarrama, y que ante las dificultades consistoriales ha renunciado al coche oficial; por último, el primer edil de un pueblecito valenciano, Albal, se enfrentó a un banco para parar en seco el desahucio de un vecino. Tres ejemplos bien diferentes de la decisión del alcalde de Cortes de la Frontera, allí donde la Serranía de Ronda se dulcifica y los Alcornocales muestran esplendor, que intentó días subirse la soldada de 900 a 2.500 euros y que dio pie a casi una revolución vecinal para evitarlo. La repulsa generalizada con la consiguiente cacerolada evitó la arbitraria decisión.
Desgraciadamente, abundan más los políticos que se encuentran a gusto entre los que se alinean con el alcalde serrano con acciones parecidas. Pero, por suerte, también existen los que que no devuelven la fe en los políticos. Son los que hicieron suyo la máxima “ Aquel alcalde que sabe ver a sus convecinos como sus propios amos, habrá entendido el auténtico valor del servicio público”.